Apuntes para el curso `Redacción en Redes Sociales y OTL´. Tema: `Observación sociológica de las Redes Sociales´. Jean Paul Sartre, actor principal en el teatro de la Filosofía, decía que el marxismo sigue vigente porque no ha sido superado, pícara razón ésta que enardece a los buscadores de novedades. Tan sutil y aguda aseveración me hace pensar en los pobres científicos que escriben anatemas contra el filosofar. Son los lingüistas analíticos y estructualistas o sus contradictores los que han trabajado para que la Filosofía se renueve o reviva (Putnam, Foucault, Gadamer, Derrida, Lévi-Strauss, etcétera). Los problemas filosóficos fundamentales no han sido resueltos, quiero decir, no han sido aclarados o aceptados o diluidos, y por eso la ciencia avanza achacosamente. Más apegado a la pedagogía que a la ciencia, el presente texto desea replantear la función de la Filosofía. Un sociólogo alemán o uno francés, sabe que la teología es parte fundamental de los problemas sociales. ¿Existe Dios? ¿Existe algo indivisible además de la mónada hecha de estupidez y de arrogancia? ¿Existe una causa de todas las causas? ¿Existen límites en el tiempo y en el espacio? De antinomias, como decía U. Hutten, está hecho el hombre. No somos libros hechos con reflexión: somos hombres con nuestra contradicción, dice el mentado. Marcel Mauss se ha interesado por el fenómeno de la oración, fenómeno que podemos abordar desde dos posturas: desde la común y corriente y desde la científica, o sea, poética. John Locke, en un panegírico pensado para la educación, decía que la poesía es mala tutora, pues nos mete en ensueños, como la música. Pero creo un lenguaje rico es capaz de registrar fenómenos ricos, y la poesía es la más rica de todas las lenguas. ¿No decía Wittgenstein que hay gestos que son imposibles de verter al lenguaje escrito? «Escribí mi obra literaria en español porque lo considero una de las lenguas más ricas del mundo», ha dicho Alejo Carpentier en una entrevista con Ramón Chao. Pero toda riqueza o multiplicidad se pierde con la mecanización. Cuando hablamos con frases hechas (refraneros), cuando pensamos con pensamientos hechos (encabezados de la prensa), cuando dialogamos con lógicas hechas (cosmovisiones), toda espontaneidad se pierde, toda diafanidad se pierde. Hay oración porque el que ora cree en Dios. El que ora, contrariamente a Spinoza, cree en un Dios que no es infinito y omnisciente, pues la oración es una «llamada de atención», y siempre queremos llamar la atención de quien nos desatiende, luego… `Quod erat demonstrandum´. Ora el que cree que hay una causa primigenia, ora el que cree que orando todo puede cambiar o transmutarse. Pero preguntémonos si la oración es una institución en sí misma o sólo una parte de una institución mayor. ¿Es divisible la institución religiosa? Laplace dijo que el sistema solar puede funcionar sin la idea de Dios. ¿Hay oración sin religión? ¿Una desesperada súplica cualquiera oración es? ¿No es el suplicante un metafísico que desea algún milagro o alguna suspensión momentánea de las leyes físicas? Durkheim quería que todas nuestras prenociones fueran sustituidas por definiciones temporales, sí, sólo «temporales». El sociólogo debe aceptar que sabrá qué es la oración sólo hasta el final de sus investigaciones. Y para hacerlo tiene que destruir las creencias que tiene sobre la oración. Derrida diría que destruyendo y reconstruyendo nace el conocimiento, que es juicio y concepto sobre un objeto, como sostenía el neokantiano Paul Natorp. Todo juicio depende de nuestra intuición, aunque nuestra intuición ya no reposa sobre objetos, pero sí sobre símbolos. ¿Qué símbolos se interponen entre nuestros ojos y la oración? Sólo con la poesía podremos llegar a verdad alguna, y tal creencia me hace citar un poema de Octavio Paz: «Si es real la luz blanca/ de esta lámpara, real/ la mano que escribe, ¿son reales/ los ojos que miran lo escrito?». Iniciemos nuestro interrogatorio. Primera pregunta: ¿qué condiciones de observación o luces imperan en mi experimentación? Tómese la palabra «luces» en el sentido que tenía en la `Ilustración´. Segunda: ¿qué técnica de transcripción usaré para no perder sustancia empírica? Tercera: ¿cómo sé que sendos símbolos no interfieren entre sujeto y objeto? Respondamos la última cuestión. El hombre no esperó la llegada de la sociología para pensar preceptos y conceptos sociales, tales como los de Derecho, Ley o Estado, dice Durkheim en `Las reglas del método sociológico´. Hay que rehacer, así, las nociones sociales que siguen operando en nuestros textos. Ahora clarifiquemos la segunda cuestión. Detrás de una oración, dicen los teólogos y los filósofos, hay necesidades metafísicas. Pero los sociólogos afirman que no hay nada detrás de una oración y que hay que estudiarla directamente. Ya no hay «cáscara» y «contenido», «fondo» y «forma». Los grafismos de Apollinaire representan el ideal científico: construir cosas con palabras. Evitemos creencias patéticas, evitemos hacer del hincado un mártir (o un pretexto para moralizar, como Sartre al hablar de Jean Genet) y analicemos qué sensaciones e ideas produce sobre rodillas estar. Y ahora a la cuestión primitiva. El físico no mide el calor a través de sus impresiones, lo hace midiendo la dilatación de los cuerpos. El sociólogo no medirá la oración a través de sus impresiones: lo hará analizando cada palabra, gesto, movimiento y ritual visto, como quería Augusto Comte. «De una palabra a la otra/ lo que digo se desvanece», sentencia Octavio Paz, advirtiéndonos que todo lenguaje es fugaz, es decir, que todo concepto es fugaz. ¿Hay, entonces, algo perdurable en los hechos sociales? Si en las ciencias naturales no hemos podido determinar leyes inmutables, tampoco en las del hombre. Se desvanecen los conflictos sociales, las revueltas, los ideales que producen revueltas, los regímenes instaurados por las revueltas, los libros canónigos que justifican la guerra contra los revueltos, pero seguimos siendo hombres.
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