Definamos, antes de construir nuestro objeto de estudio, qué es mundo y qué es cosmos. Mundo es realidad, mientras que cosmos es posibilidad. Mundo, entonces, es lo presente, en tanto que cosmos es lo pasado y lo futuro. En la historia, como en los astros, podemos encontrar información que dé explicaciones diferentes de las que tenemos del mundo actual. La historia, así, es cósmica, parte de un orden que no podemos razonar con los instrumentos o métodos de la ciencia natural o terrestre. ¿Para qué meditar, como sociólogos, tales tópicos? Para comprender, para siempre, qué es el «espíritu científico», «teorético». Quien trabaja bajo la sola luz de la praxis, quien sólo se atiene al dato, al número, a la estadística, se limita a la pobre interpretación provisional de las cosas. ¿Y qué hay de malo en ello? Lo siguiente: lo provisional. Lo provisional, es decir, la visión antelada, la prenoción, constituye una relación momentánea entre el objeto y el sujeto, entre el sociólogo y su objeto de estudio. Pensemos en la prenoción de «sociedad». ¿Por qué hay «sociedad»? ¿Qué es una «sociedad»? ¿Qué diferencia hay entre una «sociedad» y una «asociación»? Kant decía que muchas veces, sin saberlo, usamos conceptos que no explican objeto alguno. Hablamos de «sociedades» de poetas, de «sociedades» de ingenieros, de «sociedades» de políticos, pero no paramos mientes en la siguiente pregunta: ¿qué rasgos hacen que una «sociedad» sea realmente «social», esto es, que ostente «cohesión»? Puede ser un rasgo histórico, por ejemplo, o uno económico. El rasgo histórico es cósmico, metafísico, mientras que el económico es mundano, físico. Lo mundano, hemos dicho, es visible, mientras que lo cósmico no lo es. Pero no confundamos lo visible con lo inteligible, lo perceptible con lo comprensible. Lo cósmico, lo invisible o lejano, probablemente sea más inteligible que lo mundano. La astronomía es cosa más fácil que la microbiología. ¿Por qué? Porque lo cósmico, que es parte del pasado, está organizado, mientras que lo mundano, que es presente, no lo está. El sociólogo que ignora lo cósmico no es sociólogo, sino demógrafo. La demografía, que es cuantificación de las cosas, puede ser transformada en sociología si el sociólogo interpreta los objetos con alguna teoría de jaez histórico. En las cosas, se sabe, hay historia, hay cosmos. Pero es el caso que el cosmos es algo demasiado grande, o sea, inútil para delimitar una investigación científica, productora de saberes concretos, enclasados en los cajones materialistas. Todas las culturas, recordemos, son mitológicas, cosmológicas. ¿Podremos investigar el fenómeno de la pobreza haciendo reflexiones cosmológicas? No. No podríamos explicar la pobreza esgrimiendo cosmologías, pero sí podríamos enterarnos de la opinión que tienen los pobres sobre la pobreza, y hasta descubrir que la palabra «pobreza» es un concepto que signa muy poco o nada explica. ¿Será que antes de pensar en fenómenos debemos pensar en noúmenos? ¿Qué hay en la cabeza de los individuos de una «sociedad»? ¿Cómo extraer tales contenidos? Haciendo campos semánticos. Pongamos un ejemplo: una sociedad da culto a sus muertos a través de velas, oraciones, iglesias y sacerdotes. ¿Hay sociedad donde tales cosas se juntan? Reduzcamos los objetos a simples entes. ¿Desde cuándo las velas sirven para hacer culto a los muertos? ¿Qué significó la luz de la vela en los inicios del cristianismo? ¿Importa algo, en el rito mortuorio, el origen de la luz? ¿Qué estamos haciendo? Estamos haciendo que los entes, simultáneamente, sean cosas del mundo actual y cosas del cosmos pasado. Y lo mismo podríamos hacer con las oraciones o palabras, con el papel del sacerdote y con las iglesias. Concluyamos diciendo que la sociología es una ciencia que transforma la materia en tema y el tema en materia, y que hoy, según leemos en el `Prefacio a la segunda edición´ del libro `El oficio de sociólogo´, se enfrenta a «una nueva vulgata» que desea sustituir «el honroso lugar de la pureza teórica con la obsesión de la impecabilidad metodológica».
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