Y siendo yo un lector empedernido se me es difícil hacer tal declaración, pero es una verdad a gritos que muchos “expertos publicitarios” parecen no haber notado aún. A diario me encuentro con jóvenes publicistas que devoran libros de publicidad y mercadeo, pero si la experiencia me ha enseñado algo es que todo ese contenido teórico rápidamente puede terminar en la basura. Díganmelo a mí y a gran parte de mis colegas que, llevando un par de semanas en una empresa o agencia, al preguntarnos cómo nos había ido la respuesta más sincera fue: “Muy bien. Hemos tirado varios semestres de estudio por la borda”. En los libros como en la Universidad está muy dado decir lo que es correcto y lo que no. Se nos dan parámetros bajo los cuales ciertas acciones publicitarias deben o no ser ejecutadas; sin embargo, el mundo real es diferente, porque creo que todos hemos visto marcas que han triunfado con las estrategias que nos dijeron no usar, con los tips de cómo NO hacer mercadeo y publicidad. Los libros nos pueden otorgar un sinfín de componentes, de materia prima con la cual trabajar, pero nada que tenga que ver con la publicidad es ley escrita en piedra, básicamente porque cada proyecto publicitario es un mundo completamente diferente. Una estrategia en particular nunca funcionará de la misma manera al aplicarse a otra marca. Factores como la temporada del año, la cultura, el público, entre otras, son detalles que convierten cada campaña en un nuevo reto. Allí está la magia de la publicidad, todo es efímero, todo tiene que volver a investigarse y hacerse, implica reinventarse cada día, levantarse como una persona diferente cada mañana. Un día somos expertos en deportes, al siguiente en cervezas, ropa, tecnología y así hasta el infinito. Al final no se trata de abandonar la lectura de dichos libros, en lo personal son mi lectura favorita, se trata de implementar más el ejercicio práctico. La asimilación de un sinfín de teorías no nos ayudará a aminorar los golpes que produce la práctica publicitaria. No es lo mismo leer sobre velocidad, que montar un auto y sentirla, tal vez comprendamos en cierta medida lo que sucede mientras aceleramos y tendremos una idea de qué hacer para no estrellarnos, pero es allí conduciendo cuando entiendes que no solo la velocidad es la que influye en dicho proceso, también están las emociones, el estado mental, el estado de la pista. De la misma manera funciona la publicidad. Pon a prueba lo que lees. Imagen cortesía de iStock
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