Los términos «ser», «cosa» o «algo» son fáciles soluciones para llenar espacios. La excesiva lectura de libros o de textos científicos y filosóficos nos acostumbra a pensar vaga o ambiguamente. En pleno siglo XXI no podemos darnos el lujo de la «dejadez» intelectual, pues es un siglo atascado de información. Hoy en día quien es concreto tiene la verdad. Kraus se quejaba de los periodistas vieneses, que hablaban más de la esencia del accidente que del maldito accidente en sí. Cuando un científico no tiene bien claro cuál es su objeto de estudio usa las palabras «ser», «cosa» o «algo» para asignarle algún valor a sus argumentos. Cuando no sabe el proceso de un fenómeno usa otros términos, tales como «movimiento», «dinamismo», «inminencia». Y cuando no conoce a fondo un tema, es decir, el sistema teórico con el que funciona una máquina, un método y demás, usa expresiones como «hipótesis», «creencia», «sentido común» o «por lógica». Es bastante complicado distinguir las ideas de los objetos, los recuerdos de los deseos y las substancias de las ideas reales. ¿A qué se debe lo anterior? Citaré un pequeño párrafo de la `Ética´ de Spinoza que habla al respecto: «Esos términos [los ambiguos] se originan en el hecho de que el cuerpo humano, por ser limitado, es capaz de formar, distinta y simultáneamente sólo un cierto número de imágenes; si ese número es sobrepasado, las imágenes empezarán a confundirse, y si el número de imágenes que el cuerpo es capaz de formar distinta y simultáneamente es sobrepasado con mucho, se confundirán todas completamente entre sí». Lo primero que tenemos que hacer al escribir es tener bien claro de qué queremos hablar. Si usted quiere un estilo, decía el maestro Azorín, ponga un objeto detrás del otro, y nada más. En el proceso creativo las ideas se agolpan unas tras otras sin parar, y nosotros somos incapaces de detectar al instante la veracidad o la falsedad de dichas ideas. Ideas erróneas y verdaderas se hilvanan del mismo modo. El genio del gran escritor consiste en decidir qué decir al instante y qué es verdad al instante. Lo más recomendable es tener una idea y desarrollarla, o tener simplemente muchas ideas y conjuntarlas. Lo que jamás debemos hacer es desarrollar varias ideas al mismo tiempo. Pondré un ejemplo citando a un clásico, a uno llamado Diego de Torres y Villarroel: «Mulas, médicos, sastres y letrados/ corriendo por las calles a millones;/ duques, lacayos, damas y soplones,/ todos sin distinción arrebujados». Villarroel conjunta varias ideas menores y luego las engloba bajo un mismo mote. Leemos que Villarroel hace un listado breve en el que comprime en un mismo campo semántico cosas de diferente índole. ¿Qué hace una mula junto a un médico? Hace una sátira como las de Moliere. ¿Qué hace un sastre junto a un letrado? Confecciona presuntuosos deseos. En el primer verso Villarroel se limita a hablar de cosas concretas, mientras que en el segundo se limita a «encerrarlas» en una idea de muchedumbre, y todo por si acaso el lector de su poesía es incapaz de imaginar, «simultáneamente», letrados, sastres, médicos y sastres. Si atendemos con minuciosidad el texto de Spinoza lo que más nos llamará la atención será esto: «y si el número de imágenes que el cuerpo es capaz de formar distinta y simultáneamente es sobrepasado con mucho, se confundirán todas completamente entre sí». Spinoza dice lo mismo que dice Villarroel, quien afirma que para la corte no hay distinción entre duques, lacayos, señoritas y chismosos, pues viven todos «arrebujados», pues ya no hay grandes señores que sepan distinguir piojosos metidos a señores, como dice más adelante el poema. No siempre podremos evitar los términos vagos, y no siempre podremos escribir con pericia sobre todos los temas, como querría el buen Aristóteles. Lo que sí podemos hacer es aprender a crear imágenes nuevas (el gran Gerchunoff dice «panzudo comentario» en vez de decir «libro grueso»). Si no sé qué es esa «cosa» puedo explicarla a través de otra «cosa». Si no sé qué es ese «dispositivo» puedo buscarle un nombre provisional y decir que «parece» o «simula» ser tal o cual objeto. Pero para que podamos imaginar con velocidad sin perder el ritmo de la escritura necesitamos habituarnos a la lectura poética o novelística, pues en esas lecturas encontraremos textos «apegados» a la materia. ¿Por qué? Porque la poesía y la novela hablan de lo que es o de lo que puede ser, mientras que la filosofía y la ciencia hablan de utopías, de teorías, de cosas que podrían ser contradictorias.
Comentarios