La semana pasada escribí sobre un mal que está infectando a gran parte de los publicistas y/o mercadólogos, denominé este mal como neuro-pop. Comencé analizando la etimología del prefijo neuro, con lo cual llegué a la conclusión de que bien utilizado, serviría para enriquecer al marketing y la publicidad. Neuromarketing y neuropublicidad más allá de ser unas quimeras entre formas de comunicación con fines lucrativos y neurociencias, deberían de definirse como; neuromarketing: fibra que se encarga de interpretar y trasmitir la información sensorial de los consumidores, para que una empresa pueda satisfacer óptimamente sus necesidades, ganándole así la batalla por la mente, a sus competidores. Neuropublicidad: conducto de comunicación que tiene como fin persuadir a un grupo de personas por medios sensoriales. Las anteriores definiciones a pesar de que podrían tener una verosimilitud con la concepción que ustedes ya podrían haber tenido sobre estos términos, difieren mucho de la realidad, con la que muchos ilustres escritores del neuromarketing manejan el tema. La combinación del marketing con sicóloga, sociología, antropología y PNL, ha enriquecido de una manera muy fructífera el área, pero ha generado una producción deficiente para el sostenimiento de la misma área, pues algunos productos salen para ser vendidos a menor precio. La comunicación es el producto que genera mayor rentabilidad en este sector, un día en esta era de hiperconocimiento e hipercomunicación los marketeros pasamos de ser vendedores para convertirnos en campesinos. La anterior metáfora estaba enfocada en dimencionalizar la pérdida de roles en nuestro sector. Hemos creído que con el conocimiento de las neurociencias, al fin podremos tener en nuestras manos el proceso de compra (compacto), pero lo único que tenemos son las imágenes de lucecitas que se prenden en una computadora conectada a un electroencefalograma, que a su vez está conectada con el cerebro del consumidor, pero el cerebro no funciona por un proceso sistemático como las computadoras, el cerebro es un todo en un uno, que podamos definir la función de ciertas parte del mismo, no significa que las demás permanezcan inertes durante los proceso motoro del mismo. A finales de los noventa, cuando por fin después de una larga espera, los científicos dieron con la culminación del código genético humano, en muchos gremios lo único que se escuchó fueron voces de decepción, ¿Qué paso? ¿Eso fue todo? Fueron las preguntas que muchas personas desentendidas del tema de la genética a fondo se hicieron, no se pueden prevenir las enfermedades genéticas, no se pueden evitar males congénitos, no se puede alterar la personalidad de alguien; los resultados que muchos esperaban sobrepasaban las expectativas de la realidad, donde tan sólo se obtuvo una montaña de cinco letras repartidas de tres en tres, que al combinarlas al estilo de palabras, dicen algo que solo un genetista puede entender. No cabe duda de que un arquitecto podría aprender a leerlo y ¨comprenderlo¨ pero este conocimiento no le va a servir, sino nomas para presumir. Lo mismo está pasando con quienes sobrevaloran a las neurociencias, y creen conocer el cerebro, que ni el ilustre doctor Rodolfo Llinás cree poder llegar a entender.
Comentarios