Como seres perceptivos que somos, recolectamos gran cantidad de información a través de nuestros cinco sentidos. Tan solo por mencionar un ejemplo: ciertos análisis señalan que si comparamos nuestro cerebro con un ordenador, nuestro consciente es capaz de procesar hasta 11 000 000 de bits por segundo, mientras que de manera consciente (al enfocarnos en alguna actividad como leer) nuestra parte consciente del cerebro puede llegar a procesar la graciosa cantidad de 50 bits por segundo. Al comparar las cantidades de datos que nuestro consciente versus inconsciente procesan, es el inconsciente una puerta (de cierta manera) muy amplia por donde muchos mensajes pueden ser enviados y almacenados para ser empleados en futura toma de decisiones, como puede ser una compra y elección de productos o marcas. Sin embargo por el lado del consciente, la situación es distinta. Nuestro espectro de datos para ser procesados y también los que podemos entender desde nuestro exterior disminuye de manera sustancial. Por ello la emisión de mensajes de marca y producto deberían ser muy claro y concretos. Aquí la idea del “más es menos” funciona muy bien al parecer. Nuestros cerebros tiene un límite, lo cual puede ser ventajoso comprender para diversos campos, como el marketing. Agobiar y saturar con mucha información la comunicación de marca y producto puede no ser lo más conveniente para el cerebro del consumidor. Al parecer tenemos como límite de comprensión y entendimiento un espacio para albergar y diferenciar siete “categorías” distintas de elementos, o citando a Gladwell “Parece existir cierta limitación dentro de nosotros, construida durante nuestro aprendizaje o debida al diseño de nuestro sistema nervioso, por la cual nuestras capacidades canalizadoras no pasan de este rango general, concluyó el psicólogo George Miller en su famoso ensayo The magical number seven”. Y es que lo que parece ser un procesador ilimitado y en el cual los mensajes de marca acceden en su totalidad, resulta incorrecto. Limitar la cantidad de mensajes no solamente será una estrategia menos propensa a crear menor ruido al interior de la mente del consumidor, si no que hará fomentará un mejor eco en la cantidad de elementos que puede ser capaz de procesar de manera consiente, y así el entendimiento de marca/producto en el cerebro del consumidor podrá ir en incremento con el paso del tiempo. Imagen cortesía de Fotolia.
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