Después del segundo debate presidencial de México, una amiga politóloga acertó a decirme: “La gente vota con las tripas.”
No hay verdad más incómoda y más cierta que esto. Las personas no votan con la cabeza. La decisión no es racional, es visceral. No por nada pocas son las cosas que generan tantas pasiones como la política.
Más allá de pretender realizar un artículo político (tema que no es mi especialidad), me parece interesante un análisis mercadológico de lo que podríamos llamar “situación de consumo” en esta contienda electoral que se está desarrollando actualmente en México.
¿Qué fue primero? ¿la oferta o la demanda?
O traduciéndolo en otro contexto… ¿Qué fue primero? ¿La pintoresca y hasta histriónica oferta de candidatos presidenciables que tenemos actualmente? ¿o los rasgos del mercado de votantes que hay en el país?
Al cliente lo que pida… ¿A los votantes lo que pidan también?
¿Por qué entonces tenemos una oferta tan poco amplia (y no me refiero cuantitativamente, sino cualitativamente) si los mexicanos exigimos a gritos un gobierno de calidad? Porque tal vez no lo hacemos.
Después del debate pasado, la primera nota que vi, fue “Los mejores memes del debate presidencial.”
Los mexicanos somos conocidos por nuestro humor, y en lo personal es algo que admiro y agradezco mucho, sin embargo, creo también que es difícil que podamos ponernos serios. Y digo podamos, porque tristemente, también yo me he reído con los debates presidenciales.
Sin embargo, al cliente lo que pida… Si el cliente pide memes, los candidatos están dispuestos a darles memes con tal de sumar puntos en esta contienda. Si el cliente pide risas, se asegurarán de provocar risas en los debates, cual show de StandUp se tratara.
Y no es que esté mal buscar esa empatía con el pueblo y esa sencillez que logre conectar con quienes no tenemos una formación política, sin embargo, el manejo popular de discurso se ha llevado a niveles demasiado bajos, hasta el límite de la comedia.
Pero al parecer no somos el único país que pasa por esto, ya que Estados Unidos tiene como presidente a alguien que dedicó gran parte de su campaña a provocar risas y enojo en la gente y a explotar la irreverencia para generar viralidad sin contenido. A moverle las tripas a la gente, no las neuronas.
Los crecientes rasgos hedonistas de la sociedad se están reflejando en ámbitos que anteriormente no eran parte de la gama de actividades de entretenimiento que esta misma tiene. Ahora, la política es un entretenimiento más.
El consumidor (el pueblo) busca reírse en los debates; quiere un presidente que sea material para memes y quien insulte a los demás de manera más creativa.
¿Para qué tomarse el tiempo de realizar buenas propuestas si vende más una ocurrencia en el discurso?
Al cliente, lo que pida.
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