Me dijeron que les encantaba la propuesta, que la estrategia respondía a lo que ellos querían pues el producto interactuaba con las personas naturalmente (como debe ser, sobre todo en televisión). Pero cuando se dieron cuenta que el programa que iban a patrocinar era un reality en el que los participantes tienen defectos, hablan con groserías y a veces discuten; dijeron que era una lástima. -Mejor no, muchas gracias.- No valió resaltar que el programa tenía la virtud de hacer que los personajes se encontraran, se unieran y se hicieran mejores seres humanos en un proceso que a pesar de ser doloroso, era constructivo, tal como la vida. Es de entender, nadie quiere que lo asocien a cosas negativas, mucho menos una marca. Y en el caso de un reality hay mayor riesgo porque se pierde el control del mensaje, todo es espontáneo, crudo, de carne y hueso. Sin embargo, la respuesta del cliente definitivamente me puso a pensar. A pesar de los cambios del mundo en la estructura familiar, el poder femenino, la diversidad de tendencias sexuales y la revolución digital, por citar algunos ejemplos; aún existen marcas que viven en una realidad perfecta, en la que no hay problemas, no hay diferencias, contrariedades, ni inseguridades, miedos o errores. Nada más ajeno a la realidad de su consumidor. Me parece una total mojigatería. Las personas no son perfectas, las marcas tampoco. Excluir a las personas que no generan empatía, que dicen cosas inapropiadas (casi todos), que tienen carácter, etc., es como decir que estas personas no comen, no usan desodorante ni van al baño. Yo pienso que si la marca ha trabajado conscientemente por hacerse una reputación coherente con sus valores no tiene por qué temer. Pero los clientes parecen esas madres que te dicen: “No es que no confíe en ti, es que no confío en los demás”. De esta forma dejan pasar oportunidades valiosas para conectar con la gente. Muchos dirán que es un tema aspiracional. Aunque no somos perfectos, sí queremos serlo. Yo pienso, que eso también está cambiando. El consumidor genera más empatía con una marca que se muestra auténtica, humana y dispuesta a reconocer sus errores. Prueba de ello son las redes sociales que obligan a los productos a actuar más como personas. Las marcas que entiendan esto más rápido serán las que hagan la diferencia. Ya muchas se han sumado, han comprendido que las mujeres son bellas solo por ser mujeres (Dove), que todos somos iguales sin importar el tipo de piel (Benetton), que aunque la verdad duela es la verdad (Sprite). Pero sinceramente me gustaría ver más productos en la misma sintonía. Espero que algún día dejemos de pensar en “es que la marca es muy conservadora” o que por lo menos esas marcas conservadoras dejen de solicitar algo diferente, “una idea loca”, que nunca se van a atrever a hacer por miedo a ser más real.
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