Como clientes, muchas veces nos vemos envueltos en situaciones de escasa placidez, lo que resta puntos a la que debiera ser una experiencia deseable en cuanto a adquirir o probar un producto o un servicio. Una situación de la que muchas veces nosotros mismos, los clientes, somos los principales responsables con nuestras ilimitadas prisas y exigencias de todo lo posible, y gran parte de lo imposible. Vamos poniendo trabas y más trabas a los empleados de las empresas de las que somos clientes, estorbándonos entre nosotros y dificultando la tarea de aquellos a los que recurrimos. Cuando vamos a comprar, perdemos un poco el norte y mareamos a quienes nos atienden, forzando al límite las ejercitadas paciencias ajenas. Es muy frecuente, quizá demasiado, ver cómo los clientes de un comercio o un bar, apremian hasta el extremo al camarero o dependiente cuando más atareado está. Lo mismo puede decirse de las cajeras de supermercado, a las que agobiamos al límite, como si hubieran nacido con el único fin de servirnos hasta la extenuación, y ejemplos como esos son aplicables a todos o a casi todos los sectores, tan sólo echando una mirada aquí y otra allá para comprobar que los clientes somos unas vertiginosas máquinas de exigir en muchas ocasiones. Tenemos que despojarnos del agobio, del que sentimos y generamos. Hay que reeducarse como clientes, es necesario dejar de contemplar y participar en dantescas escenas como las que vemos abundar en rebajas o en el black friday, pero que se producen a diario, en las que apenas nos diferenciamos de otras especies del reino animal. Gruñidos, peleas, histerismos desatados… Todo este batiburrillo de sucesos tiene que llegar a su fin. Para que el servicio o artículo deseado sea plenamente satisfactorio, los clientes tenemos que poner de nuestra parte, porque como clientes somos parte activa de la vida comercial y tenemos nuestra parte de responsabilidad en el proceso. No podemos ser más un peso muerto al que hay que hacerle todo, y que sea ipso facto. No podemos seguir actuando como niños caprichosos que lo quieren todo por nada, y ya mismo. Craso error, así las cosas no marcharán bien ni para los que proporcionan los productos y servicios ni para los que hacemos uso de los mismos. Imagen cortesía de iStock
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