En el mundo publicitario, aquellos anuncios que no se apoyan en grandes ideas pasan inadvertidas, pero ¿hasta qué punto somos dueños de una idea? A veces tengo la sensación de estar viendo algo que -aunque sé que no lo vi antes- en sí misma, su esencia está reciclada y resulta ser la copia del ingenio de otro. Penosamente, éste es tan sólo uno de los ejemplos que aparecen cada día, sobre todo si navegamos a través de internet y las redes sociales. ¿Qué nos pasó? Formamos parte del mundo 2.0 y notamos el evidente el uso y consumo de imágenes inmersas en él, aun si solo somos observadores, muchas de las piezas -especialmente las gráficas- que vemos, quienes las hacen públicas ni se molestan en citar la fuente de donde la extrajeron o a quien pertenece -y a menos que sean de licencia abierta-, este acto fácilmente pasa de un “descargué una foto de google” a “señor(a), usted acaba de infringir la ley”. Internet tiene muchas ventajas, entre ellas la difusión –cualquiera sea la finalidad-, y para que ésta sea eficaz se debe aplicar un reglamento que garantice el respeto de quien se encargó de la redacción o fotografía –por ejemplo-, para que su labor siga continuando y no se vea coaccionada. En mi trabajo como periodista digital lo veo siempre, sin embargo, como existen muy pocos “manuales” dentro de las redacciones –por lo rápido que cambian las estrategias- sobre tratamiento en la web, nosotros como figura jerarquizadora nos hemos acoplado a las circunstancias y antes de publicar material que no sea propio, un storify recabado del público es una buena opción para informar mientras se crea material de puño y letra. ¿Qué papel juegan los creativos? Las agencias publicitarias viven de la creatividad, respiran gracia y se nutren de la inspiración, así que fácilmente encuentran la manera de superarse publicitariamente –campaña tras campaña- programando nuevos derechos de propiedad intelectual. El copyright o derechos de autor, son las potestades que se generan tras la elaboración de diversos tipos de obras y que protegen los intereses del creador; una vez que el trabajo fue concebido y publicado en cualquier forma (literaria, musical, cinematográfica, radiada o televisada y/o adaptación tipográfica en libros, folletos, escritos etc). El autor o titular de dichos derechos puede guardarse para sí -o apoderar a otros- la potestad de copiar, publicar, representar, emitir o adaptar la obra. Todo bien hasta aquí, así que en resumen la producción de cualquier imagen, campaña y posterior posicionamiento de una marca está intrínsecamente relacionada con los derechos de propiedad intelectual. ¿Copyright o el derecho de copiar? La web se ha dado a la tarea de “democratizar” la cultura digital y muy poco nos hemos percatado de ello. Música gratuita, lectura gratuita, películas gratuitas, pornografía gratuita y material fotográfico gratuito (no me refiero a los portales dedicados a eso específicamente), sino más bien a quienes a través de “truquitos” ofrecen este tipo de material sin ninguna repercusión legal para que nosotros podamos consumirla sin pagar. No obstante, todo este boom atrajo consigo el plagio directo de ideas –esas que dijimos que si no son grandes, innovadoras y originales, pasan inadvertidas-. Copiar y pegar se tornó costumbre en cualquiera que quisiera generar contenido a partir de la opinión de otro, el conocimiento de otro y hasta de las palabras de otros. Algo tan inocente como los memes, han agitado la necesidad del usuario de consolidar el entorno digital en gratuito y abierto, apoderándose -de alguna manera- del material online sólo porque está allí. Y por los mismos caminos verdes se van algunos “profesionales”. Empezamos con esto: Y terminamos con esto:
Estas imágenes no poseen copyright, pues quienes las produjeron las soltaron en la Word wide web sin adjudicárselas y han sido editadas tantas veces que ellas y la multiplicación de los panes se mezcló. ¿Derechos reservados? Constitucionalmente, estamos contribuyendo cada vez más a transgresiones de derechos de autor, al principio eran textos, videos, ilustraciones y fotografías cuyos autores incluían artistas, fotógrafos y periodistas, pero ahora con la viralidad de todo tipo de contenidos no hay quien se salve. Recientemente, pude observar que dos diarios digitales importantes habrían tenido problemas por publicar fotografías de usuarios de Pinterest e Instagram sin el debido permiso, dichos usuarios al comunicarse con los responsables pidieron el respectivo crédito, a lo que cada portal optó por eliminar la imagen. Así pues, todos sabemos que tomar algo que no es nuestro está mal, es algo que desde niños nos vivían repitiendo -y aun así hay gente que lo hace-, a pesar de eso, cuando nos atribuimos material ajeno no sentimos la gravedad del asunto y es porque no lo hacemos con la intención de apropiárnoslo sino de propagarlo por lo interesante que nos resulta -sin pensar en sus autores y lo que pierden-. Imagen de portada cortesía de iStock
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