Es un tópico que las cosas siempre pueden hacerse mejor pero también es una realidad que no podemos ocultar y que debe actuar de catalizador. Y cuando el listón de las exigencias baja o cae, el tópico adquiere tintes casi “legislativos”. Una de las sorpresas que la crisis ha traído disfrazada de esperanza vana ha sido el crecimiento capacitivo y el incremento de rendimiento. Cuando pensábamos que los profesionales iban a trabajar mejor para proyectarse en la empresa que les presta tan preciado tesoro, un empleo, vemos que las tácticas para conservar el puesto de trabajo distan de la esperanza ansiada. Aunque la velocidad de nuestro día a día se ciña a unos universales e inamovibles 60 minutos por hora, parece que vamos comprimiendo las cosas en un intervalo cuyos dos límites parecen sacados de una novela de Philip K. Dick:
- Lo que se pide ahora es para ayer: extraño posicionamiento dada nuestra incapacidad para viajar en el tiempo. Aparte y anecdótico, suele ser una frase utilizada por quien ha solicitado algo fuera de tiempo por error propio de planificación.
- Lo que se pide es ajeno a su tiempo real de ejecución: pintoresco igualmente cuando, apelando a la velocidad antes citada, el tiempo que se necesita para hacer algo es exactamente el mismo que se necesita para hacerlo bien.
Vivimos tiempos que nos demandan coherencia y sentido común profesional y parece que ambos se nos escurren de entre los dedos como arena cada vez que nos vemos en la necesidad de su auxilio. Los comerciales venden sin medida ni control porque los objetivos dejaron de ser números, ahora son letras sin mayor trasfondo: VENDE. Los cronogramas, sometidos a dietas de adelgazamiento temporal, han puesto en riesgo de ANOREXIA al Project desencajándolo de sus habituales funciones de ayuda a la planificación. La capacidad de escucha y raciocinio profesional roza límites de broma de mal gusto donde TODO ESTÁ PERMITIDO, donde la irascibilidad ha sustituido al compañerismo y el personalismo al apoyo. ¿Entonces, qué podemos hacer para trabajar mejor? ¿Es posible abandonar esta situación de desidia y vicio? ¿Somos capaces de retomar hábitos de crecimiento y mejora? Antes de enumerar hay que tener claro un posicionamiento: quien se amarra a su silla para asegurarse que no habrá alguien sentado al volver del servicio, quien goza de reconocimiento por usurpación de mérito ajeno, quien desacredita a un tercero para conseguir crédito propio o quien imita al caballo de Atila para fabricar su camino, no son el lector objetivo de este post ni serán capaces de apelar a mejora porque el que es capaz de apropiarse por engaño de lo que no es suyo, se siente no necesitado de adquirirlo por su cuenta. ¿Nos vemos en la tesitura de mejorar o no?:
- QUIERO SER MEJOR QUE AYER. ¿Realmente hay alguien que no quiera cumplir dicha premisa? Y tanto, no lo dudéis. Sólo los que deseéis ser mejores vais a mejorar y sólo siendo mejores podréis ir con tranquilidad al servicio sin temer por vuestra silla. Formación continua por interés propio, comprensión de la necesidad de la tecnología y la socialización digital y gestión de las emociones por competencia son sólo alguno de los aspectos que nos permitirán crecer.
- CUMPLO CON MI TRABAJO. Para eso fui contratado sea en la disciplina que sea. Es genial ser creativo y proactivo pero cada acción que ejecutemos nos vendrá marcada por unas necesidades que no siempre podemos colorear y que trascenderán, en ocasiones, nuestra ilusión por cambiar las cosas. Aportar es una gran cualidad pero mayor cualidad es saber gestionar la balanza que rige el desarrollo del proyecto porque un afán incesante de ser creativo (relacionado muchas veces con el ansia de mostrarse como “bueno”) se convierte en carcoma. Aportar va condicionado a la acción, empujar va condicionado a la tozudez y cuando empujas, alguien acaba cayendo.
- PRIMERO PERSONA, LUEGO PROFESIONAL. Cuando dicen que el mundo es un pañuelo es cierto pero no por ello hay que llenarlo de moco. El talante de la persona forja al profesional y las relaciones que entabla. El temperamento es genético, el carácter es ambiental y los hay que lucen un carácter que ni el ambiente soporta. Los objetivos profesionales, al igual que los personales, son un fin pero su consecución no justifica los medios. Seamos persona y luego, dediquémonos a ser profesionales.
- HABLO DE LO QUE ENTIENDO. Aunque parezca verdad de Perogrullo no lo es. Dicen que un experto es, para acortar, una persona reconocida como una fuente confiable de un tema, lo que choca de frente con la inmensa cantidad de “expertos en todo” que encontramos sembrando esa inmensa llanura llamada tejido empresarial. La necesidad de representatividad profesional está convirtiendo a ese tejido en un escenario digno de alquilar localidades para ver un teatro del absurdo donde cualquiera puede decir cualquier cosa sin más. Seamos serios y no dispersemos. Si no tenemos nada que decir o desconocemos el tema, lo mejor es no decir nada. Ser serios con nosotros mismos y conocer nuestras limitaciones es un regalo.
- CALIDAD Y NO CANTIDAD. En nuestra empresa mora la sombra, cual Dementor al acecho, de que cuantas más horas hacemos, más productivos somos. Y nada más lejos de la realidad. Seguimos líderes en Europa como el país que más horas hace y menos produce, ¿necesitamos otro ranquin para entenderlo? Debemos trabajar en ser productivos en el tiempo que tenemos para no perder el tiempo que va más allá de nuestros límites de trabajo.
¿Suficiente? ¿No? Seguro que encontráis muchos más puntos dignos de evaluar que serán excelentes complementos de lo aquí escrito. La conclusión es simple, URGE trabajar mejor, la empresa es el motor que necesita el país para coger velocidad y no sólo no podemos negarnos a la evidencia sino que necesitamos no quedar en ella.
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