La diferencia entre el mal y el bien no está en el sufrimiento, es más bien tarea de la razón. Que una persona sea bondadosa o sea mala tampoco se mide por su sufrir, sino por la acción. Animar a las agitadas masas para que se muevan y extiendan poco de ayuda a quien lo necesite es el objeto del marketing social. Para ello no sólo se hace vibrar las fibras tensas de la emoción, sino que se trata de combinar con la razón. ¿Es en verdad la razón o la emoción lo que invita al individuo a cooperar o a cambiar su actitud? Pongamos un ejemplo. Recordemos el caso del cinema que bajó su temperatura para que los asistentes cooperaran para la causa de personas sin hogar. En realidad no se presentaron argumentos fuertes o válidos para que la gente actuara, sólo falacias. Todos sabemos que las personas que viven en las calles sufren por el frío, y que la gente lo experimentara no es una razón sólida, sólo es un“ad misericordiam”, un mísero acto para dar lástima . Pero el impulso va más allá de las emociones, va a parar justo al ego. ¿Cuál es el juego? Sentir que se es parte del bien, que se es bueno, que se tiene “la voluntad de poder, el poder mismo”, dice Nietzsche. Siguiendo el hilo del nihilista, la felicidad brota cuando el sentimiento de poder crece. Así se hace feliz al pequeño ego hambriento. Incluso, sin importar la situación en que un sujeto se encuentre, es capaz, y se agradece, de ayudar a otro para sentirse mejor y sentirse grande como romano. “Todos andan bien vestidos,/ y quéjanse de los precios,/ de medio arriba romanos, /de medio abajo romeros”, retrata Lope de Vega. Además de tocar el ego por medio del poder, también resulta efectivo evidenciar a los individuos frente a la masa. En el mismo caso del cinema, las sensaciones son importantes, pero más importante es mostrar a los demás el “gran” corazón que se tiene, ergo, se hace evidente la cooperación. En casos donde la ayuda significa estar detrás de una pantalla, como la acción de los osos de WWF, es más fácil que las personas ignoren la ayuda solicitada. Otro aspecto es la cuestión del ego reflejo. Al ver a otros en una situación desfavorable es inmediata la comparación “si yo estuviera ahí” y entonces actúan como otro debería—sí, debería y no es opción—actuar si yo estuviera en desventaja. Quizás sea caridad, bondad verdadera, pero en el fondo es un temor a padecer lo mismo y por ello se suman puntos a favor. Así es como trabaja la psicología del marketing social y la ayuda en general. La próxima vez que te toque elaborar una campaña social, toma el camino de los sentimientos que te guiarán al ego y así la bondad brotará en la audiencia. ¿Qué opinas de todo esto? Imagen cortesía de Fotolia.
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