Es muy fácil espantar a una manada de párrafos cuando su guía es blando. Defender un diseño es complicado, pero es posible, pues existen ciertos parámetros estéticos compartidos por la sociedad, parámetros que nos facilitan la labor calificadora. Aquí algunos parámetros que casi cualquiera puede usar para cualificar un diseño funcional: líneas, formas, colores, luces, texturas, sombras. ¿Podemos vender pañales en la penumbra y bajo una tipografía que simula ser trueno y relámpago? ¿Debemos ensangrentar con rojo un anuncio funerario? No hay que estudiar a Winckelmann para saber las respuestas. No todo el mundo sabe diseñar, pero casi todo el mundo sabe leer y escribir, y por tal razón todos los clientes creen o piensan que deben y pueden opinar al evaluar un texto publicitario. Recuerde que los directores de marketing, en la sala de juntas, se transforman en Cervantes o en Shakespeare. ¿Cómo contradecir a Cervantes? ¿Cómo a Shakespeare? Hay tres modos de defender un texto: a) usando teorías estéticas; b) argumentando con investigaciones de mercado; c) armando un pleito y dando coces y gritos. Supongamos que presentamos el siguiente texto:
Tacos Ramírez, sabor a la mano.
Estéticamente, fonéticamente, el eslogan es sonoro, pues en él está la vocal «a» y está la vocal «o», que son fuertes. Eso de «a la mano» transmite dos mensajes o ideas: 1) cercanía y servicio; 2) la imagen del taco «en» la mano. Si el cliente no entiende razones estéticas o científicas, insista tres veces, y si después de capacitar al cliente tres veces éste no entiende, no hay mucho que hacer. Los malos clientes merecen mala publicidad, así como un mal amante merece malos versos. Imagen cortesía de Fotolia.
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