Este post, está pensado para los que todavía estudian publicidad. Muchos egresados universitarios desean tener su propia agencia de publicidad. Hace algunos años, un gran amigo abrió su agencia en el norte del país. Tiene éxito, es decir, tiene clientes. Este señor había intentado la proeza dos veces, y ambas veces, fracasó (la tercera es la vencida, digo, la vendida, la que vende). ¿Por qué fracasaba? Porque le faltaba experiencia. Son muchos los casos de éxito los que hablan sobre recién egresados que triunfan en los negocios. Pero, pero, son más los casos que hablan sobre la derrota. Aquí, lo importante, es que no perdamos el ánimo. Consejo: trabaja en dos o en tres agencias antes de iniciar la tuya. Un viejo profesor de economía me dijo que los emprendedores poseen un código genético especial. Si nos creemos este cuento, caeremos en el racismo económico o bursátil. La realidad es que para abrir un negocio, el que sea, se necesitan tres ingredientes, como la perseverancia, el conocimiento y el capital necesario. Antes de inaugurar una agencia, necesitamos clientes. Sí, sí, primero conseguimos clientes y después abrimos la agencia… no al revés. Para conseguir clientes, hay tres opciones. La primera, es enarbolar un buen plan de Relaciones Públicas (ser popular en la universidad ayuda mucho). La segunda, es empezar con lo que tenemos a la mano. Empresas familiares, amigables o aventureras (la taquería del tío, la fonda del amigo o el despacho jurídico de nuestra novia, son buenas opciones), son las empresas con las que podemos iniciar una agencia de publicidad. La tercera, es transformarse en un consultor, en un proveedor de las agencias de publicidad para las que hemos trabajado. Ejecutar lo anterior, significa lo siguiente: tenemos que especializarnos, es decir, hacer algo que nadie en las agencias puede hacer con la donosura, gracia, velocidad y certeza que nos distingue. Lo más importante en una agencia en ciernes, es contar con buenos creativos. Y un buen creativo es un experto en aterrizar conceptos. Un buen creativo no tiene grandes ideas (puede tenerlas, claro), pero sí tiene muchas ideas, ideas funcionales, ejecutables, aplicables, medibles, alcanzables y tangibles. Si falta la persona que ponga las ideas sobre la tierra, todo se irá al demonio. Las ideas fertilizan la tierra, o mejor dicho, los mercados. Con esta analogía agrícola, podemos pensar mejor en el asunto. Además, tenemos que contar con un artista gráfico que diseñe, no con un diseñador con dejos de artista (los grandes diseñadores me entenderán). Un gran diseñador es un gran traductor. Traducir las ideas y los textos del creativo al idioma pictórico, es complicado. Transferir una milonga a un lienzo, un argumento de venta a una escena, un beneficio a un testimonial o un guión de radio a una cartelera, es un arte. Con estos dos insignes personajes (redactor y diseñador), podemos iniciar operaciones. Conforme el trabajo se vaya acumulando, necesitaremos de un ejecutivo de cuentas. Es justo en este punto en donde las cosas se empiezan a complicar. El ejecutivo, cuando no domina su tema, empieza a ser sometido por los clientes. Y los clientes, cuando huelen sangre, se ensañan y no enseñan los gajes de su giro. Un ejecutivo dócil hace que su agencia se transmute, a su vez, en una fábrica de adaptaciones. El ejecutivo de cuentas ajusta cuentas, pelea, argumenta, exige y vende. Aquí, el jefe, es el ejecutivo de cuentas. Cuando hablamos de jefaturas no hablamos de tiranías. El creativo, el diseñador y el dueño de la agencia seguirán siendo libres, pero no libertinos. Si alguien tiene la responsabilidad de implantar el brief sobre los problemas, es el de cuentas. Es por tal razón que muchos ejecutivos aprenden sobre redacción y sobre diseño (he visto a muchos de ellos diseñando o fraguando textos debido a la indiferencia de su equipo creativo). Para concluir, digamos lo que viene: no es imperioso tener oficinas para tener una agencia publicitaria. Y aunque las oficinas dan confianza y transmiten seguridad, podemos prescindir de ellas si las empresas aprenden que en la actualidad una empresa está hecha de procesos, no de muros. Consigue dos o tres clientes pequeños, transforma tu pequeño departamento en una oficina de redacción y de diseño, arma un buen book para que represente a tu marca e inicia tus sueños. Roma no se hizo en un día, pero sí decayó en poco tiempo. No te vendas cuando empieces a ver dinero. Un proyecto vale más que cualquier cifra monetaria (somos lo que hacemos, no hacemos lo que somos, dijo Sartre). Lo más importante no es el tamaño de una agencia, sino su capacidad para proponer. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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