En el marketing de guerrilla el espionaje, el acoso, el soborno y la mentira, son fundamentales, aunque poco éticos. Pues lo mismo sucede en el deporte. Cuando en nuestro equipo hay una estrella, alguien del equipo contrincante se encarga de oscurecerla, de disminuirla. Cuando la competencia mercantil se da entre dos, el marcaje personal es indispensable. Amagues, fintas, gestos y jaleos, constituyen la guerrilla que se da entre dos grandes jugadores. Sea Coca Cola contra Pepsi, sean dos movedores de bola de la NBA o sean dos genios del balón de la liga italiana de fútbol, la agresividad y el empuje hacen la diferencia. Pero sobre todo, gana el inteligente, que es una de las formas de la paciencia. Lo primero que hace nuestro marcador personal, es observarnos, leernos. «¿Cómo se mueve este jugador?, ¿cómo se mueve esta empresa?, ¿qué ventajas tiene sobre mí?», son algunas de las cuestiones que se plantea nuestro rival. Para intimidarlo, hace falta aprender el arte de la apariencia. Vale más parecer grande que serlo, dijo un politólogo italiano de nombre oneroso para los oídos inocentes. ¿Cómo aparentar grandeza? Las falanges griegas y romanas hacían escándalos (ver Vidas Paralelas de Plutarco), levantaban polvo y dejaban cabezas regadas por doquier, y todo para que el enemigo pensara que el rival era cuantioso, rápido y furioso. En marketing no levantamos polvo, no gritamos y no cortamos cabezas (aunque a veces nos dan ganas de hacerlo). En marketing hacemos relaciones públicas, construimos páginas de internet que nos hacen ver como gigantes y robamos talentos. Ofrecer salarios mejores, mejores condiciones laborales, tiempo libre y comprensión, provoca que los mejores cerebros vengan a nuestra casa a trabajar. De nada sirve tener muchas manos si no tenemos un cerebro que las ordene (es como tener manos de cangrejo sin cangrejo). En la actualidad las empresas son grandes porque cuentan con poca gente, pero con gente que sabe hacer muchas cosas y bien (decir «que lo importante y raro no es entender de todo, sino ser diestro en algo», de Quevedo, ya no funciona). Hemos pasado de la generalidad a la especialización, y de la especialización a la multiplicidad de especializaciones. Ya no es suficiente ser el mejor en algo: es menester ser el mejor en muchas cosas. Buen día, Comunidad Roastbrief.
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