La publicidad tiene siglos llevándose a cabo y evolucionando para convertirse en una disciplina que algunos sugieren que puede considerarse y galardonarse como un arte. Personalmente amo este medio porque lo considero la conexión entre el mundo de las ideas, del arte y la expresión sensible, con el mundo terrenal y la vida materialista en la que vivimos. Esto se resume en un balance de creatividad con el mundo consumista, algo así como Michael Jackson o Los Beatles. Pero a pesar de adorar esa hermosa profesión, me doy cuenta de que esa necesidad por optimizar procesos y explotar cada centímetro para hacer una publicidad más “efectiva”, la está llevando a la degeneración masiva y por definición, la extinción de la publicidad como la conocemos. Tal vez pueda ser el ciclo de evolución inevitable en las cosas, sin embargo yo creo que se puede enderezar esa transformación. Lo explico en los siguientes puntos. La calidad se ve superada por la cantidad. Cada día las agencias venden más piezas en serie, casi por destajo, llevando así a los creativos al borde de la calidad suptimiendo su talento para generar más. Esto se ve reflejado en el contenido diario que se arroja en las redes sociales -por ejemplo- donde en ocasiones es invasiva la cantidad de material que se publica. Esto apaga la chispa de la persuasión, la vuelve burda y vacía de comunicación efectiva. La sugerencia del mensaje termina siendo una irrupción de información inútil en muchos casos. Los clientes son los compradores y las agencias los expertos (o así debería ser). Tal vez pueda sonar fuerte y algunas personas se vean mermadas por este concepto, pero quiero pensar que por esta razón se gasta tanto dinero contratando una agencia de publicidad. El cliente sabe lo que quiere (o al menos debería hacerlo) y sobre ese brief que otorga a la agencia (otra cosa que debe hacer), se debe poner manos a la obra para cumplir con las expectativas, pero al final la propuesta la hará la agencia y el cliente aceptará o rechazará, se debe “educar” a las empresas para seguir este ciclo y trabajar efectivamente, ya que cuando no es así, los creativos se ven sumergidos en un mundo de ideas atrapadas en el limbo de los “no me termina de encantar” o los “y qué tal si…” cuando todos sabemos que ese feedback es improvisado y carece de un fundamento más allá de la percepción del brand manager o su equivalente. La demanda y maldición de los grandes nombres Aquellas agencias que son consideradas como los “peces gordos” de la publicidad, es bien sabido que jamás se han visto en problemas por ausencia de candidatos para formar parte de su equipo, al contrario, hay una amplia cartera de jóvenes entusiastas y talentosos ansiosos por unirse a sus filas. ¿La otra cara de la moneda? Una carga de trabajo que lleva más allá de cumplir una jornada laboral a cualquier persona, muchas veces una explotación sin incentivos o en ocasiones una subestimación de talento en potencia por la ausencia de reconocimientos o nombres de otras agencias dentro de su trayectoria al ser muy jóvenes. ¿Y cómo ganarán ese reconocimiento si no se les da la oportunidad? Es un círculo celoso y sumamente cerrado de personas del gremio que solo cambian el nombre del corporativo monstruo para el que trabajan, impidiendo así la entrada de mentes brillantes que no han alcanzado a subirse a ese tren. Eventualmente acaba con esa esencia de las ideas al viciarse el aire en una cápsula tan cerrada y pequeña. Es momento de abrirla un poco, y dejar pasar unas cuantas partículas de fuera, ¿no creen? (cof, cof, WPP, IPG, Omnicom y Publicis). La falta de riesgos en Latinoamérica Muchas veces vemos en internet aquellas imágenes o videos de piezas publicitarias arriesgadas que tuvieron éxito y la mayoría de veces son en Europa o Asia, ¿a qué se debe esto? Hace falta que las marcas en Latinoamérica se aventuren a tomar riesgos y apostar por ideas más radicales. Veo que en ocasiones son propuestas por la agencia, pero la marca decide “irse a la segura” y termina siendo una campaña más o en el mejor de los casos, la mejor campaña medianona entre otras de la misma índole. (Tal vez un día deba dedicarle un texto completo a este tema.) Cada que se pide una cantidad exorbitante de contenido, cada que un cliente quiere ponerse la camiseta de publicista, cada que una agencia trasnacional decide no optar por el chico que no viene de otra trasnacional y cada que una marca “va a la segura” con una idea, un publicista muere. Bueno no es cierto, pero una parte de su creatividad tal vez sí lo haga y tal vez termine siendo ese publicista con “creatividad” que hará gags, juegos de palabras y diseños poligonales (por ejemplo) en sus campañas para así terminar siendo lo mismo de siempre. ¿Por qué no dar un twist? Al final a eso nos dedicamos, a cambiar y crear conceptos innovadores, ¿no? Pues usemos nuestras herramientas en nuestro negocio. Imagen cortesía de iStock
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