La generación beat. Todos nos acordamos de aquel disruptivo fenómeno cultural sobre el cual escribieron. Y los que no, se refiere a un grupo de escritores estadounidenses de la década de los cincuenta, en los que algunos de sus elementos definitorios fueron: el rechazo a los valores estadounidenses clásicos, el uso de drogas, una gran libertad sexual y el estudio de la filosofía oriental, que caló en el mundo entero y dejó una huella imborrable en la sociedad, un agente durmiente. Y el durmiente, parece ir despertando. Está regresando aquella forma de vivir, poco a poco, discretamente, va colándose la esencia que hizo posible aquella primera generación. El cuestionar la existencia «normal», el jazz vuelve a sonar, la poesía vuelve a tomar escenarios, salen nuevas estructuras del vivir, se hace del improvisar y experimentar un arte, y trata de alcanzarse algo más de lo que hasta ahora estaba a la vista. Hoy, como ayer, peleando contra el encorsetamiento de la sociedad, que cuanto más aprieta, más personas se escapan de ella, puede ser el detonante de esta visión del mundo, que difiere de la habitual. Un movimiento cultural heredado, que no sólo influye en la cultura, la tendencia se hace extensiva a otros aspectos de la sociedad, como el comercial y hasta el publicitario, quizá porque ganarse la vida no es incompatible con el pensamiento, quizá porque es algo sobre lo qué poder ganarse la vida. Muchos no son conscientes de dónde viene lo que ahora resurge, sin nunca irse por completo, pueden no saber bajo qué nombre cobijar todo ese compendio de ideas y acciones, pero intuyen que está enraizado en ellos mismos, desde unos días lejanos en el tiempo pero muy próximos a los sentires. La nueva generación, como algunas de las anteriores, no está satisfecha con el transcurso de las cosas y decide cambiarlo, desde sí mismo, hasta todo lo que le envuelve y le rodea. Un poder transformador para renovar un viejo mundo.
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