“Vosotros, que en lo tierno y profundo del futuro aprendisteis de nuevo a leer y escribir, recordad siempre: no hay nada más hermoso que ser fragil en un mundo infinito.” –Juan F. Rivero
Fragilidad Hace unas semanas me desmayé camino al trabajo, estaba desvelada, había estado tomando medicina, hice ejercicio, me fui sin desayunar, se juntó un poco de todo. Esa misma semana, 2 personas me dijeron algo muy cierto: “Ya no tienes 20”. Ese día me puse a pensar en la fragilidad de la vida, en lo que hubiera pasado si me desmayo a media calle, si quien me agarró en ese momento para no caer no hubiera alcanzado a llegar, si me hubieran robado o algo peor. Fue culpa de mi afán por las relaciones públicas, por querer conectar, concepto del que hablo en mi columna anterior (aunque últimamente pienso también en los riesgos de conectar). Efectivamente, este año cumplo 30, llego bien a este tercer piso (aunque el metabolismo ya no es igual) pero cada día llegan más aprendizajes. Llevo tiempo queriendo escribir y compartir algunas reflexiones sobre lo que pienso en este momento de la vida respecto a algunos temas… pero no se queden con esto, quizás mañana diré que ayer pensaba distinto. Entendiendo los códigos sociales Formar parte de varios grupos de amigos, de trabajo, de jóvenes, me ha permitido hasta cierto punto, lo que mi hermano llama “tener un entendimiento de los códigos sociales”, me gusta analizar a la gente, conocer sus reacciones, intercambiar ideas, debatir de ciertos temas en los que no concordamos, sin tratar de tomar nada personal. He presenciado conflictos, discusiones, he aprendido a no comprar pleitos ajenos, a justificar la otredad lo más posible, a que cada persona debe actuar según la medida de su agravio. Entiendo que muchas cosas que suceden se dan por falta de sensibilización y de comunicación. Hace poco me comentó un amigo, algo que me pareció muy interesante, que una de las bases de postulación para dar conferencias de TEDx, señala que solo aceptan personas de buen corazón: “…Y que además de demostrar un logro impresionante en su respectivo campo de trabajo, también demuestren un buen carácter y un buen corazón.” Creo en lo que decía Sócrates -frase que tengo anclada a mi perfil de twitter- “no se puede hacer el mal cuando existe el conocimiento, pues el mal se comete únicamente por ignorancia.” -Aunque mi madre dice que sí hay gente mala y que los malos se juntan, empiezo a pensar que sí. La ignorancia es atrevida, dice otra de mis amigas, para combatirla se requiere ampliar nuestra perspectiva y tener un mejor entendimiento de ciertos temas. Hace unas semanas, por ejemplo, me dieron una cátedra sobre las diferencias entre las cuatro olas del feminismo, aún no me quedaba clara la distinción de cada etapa, pero me considero feminista, progresista y demócrata, aunque estos temas debemos estar en construcción permanente. Nuestra vida se vive a través de espejos y proyecciones que nos muestran realidades distintas. Lo que pasó con Will Smith y Chris Rock en la entrega de los Oscars, es un claro ejemplo de un hecho lamentable, como señaló Carlos Vargas en su artículo ¡The end” Will Smith!… aprendizaje en un final de película, para la Revista Merca 2.0, “las personas no tienen la misma percepción de las cosas que vemos”, su reacción violenta privó a muchos de disfrutar y celebrar los logros por su trabajo y derivó en su renuncia a la Academia y la pérdida de muchos contratos importantes. En una historia en Instagram, subí una encuesta para votar si estaban a favor o en contra de la reacción de Will, los resultados mostraron un 50% en contra y otro 50% a favor, yo coincido con Carlos Vargas, en que a Will se le atribuye el papel del antagonista en este episodio, la violencia nunca debe ser opción. A mis casi 30, me faltan muchas cosas por aprender, por entender, prefiero la filosofía que la terapia; pero hoy me siento más humana y mas reconstruida que hace algunos ayeres. El poder de las palabras Una de mis palabras favoritas es “libertad”, la otra es “humanismo”, me encanta encontrarlas en los libros y en el cine. Para mí, la educación y el diálogo, siempre serán la clave para la resolución de conflictos, es lo que nos empuja a ser más civilizados; somos muchos mundos con diferentes contextos y realidades, no hay que quedarnos con el peligro de una sola historia. Siempre he creído que las palabras tienen un poder importantísimo. En lo personal, prefiero escribir que hacer entrevistas, porque tengo el poder de elegir y cuidar cada palabra, porque puedo tener el control sobre lo que difundo al mundo, que si aún no tenemos derecho al olvido, queda para la posteridad, se salva (como decía Hannah Arendt) de la natural ruina del tiempo. “Las palabras en las redes son palabras en la vida real”, señalaba también Denise Dresser. Una palabra incorrecta te hace perder un negocio, un familiar, una amistad. Por eso, desde hace años siempre escribo en notitas antes de cualquier aclaración o participación, o cuando hay que tocar temas incómodos. Si conociéramos el peso de nuestras palabras, daríamos más valor al silencio. Nuestras palabras y nuestras acciones no siempre van relacionadas. Siempre hay dudas sobre si estaremos haciendo lo correcto; decía Sartre que “no hay que excusarnos en que todo el mundo no procede así, sino que hay que pensar qué pasaría si todo mundo procediera así”. Esto corresponde más a la importancia de cuidar nuestro actuar, sin renunciar a nosotros mismos, a nuestra esencia. Elígete siempre Vi una película hermosa hace unos días: La peor persona del mundo, un monumento a la individualidad, a no ser lo que los demás esperan de ti, a dudar de todo, a cambiar de lugar y de personas si ya no sientes que estás creciendo personal o profesionalmente. En una parte de la película, interpreto que ella decide elegirse, “me sentía como la peor persona del mundo, pero no podía resistirme”. Me sentí identificada en varias escenas. Dicen que todas las grandes vidas han tenido una gran renuncia, (no digo que la mía sea una gran vida todavía) pero a esta edad, no quiero renunciar a nada de lo que me hace sentirme bien, aunque no sea políticamente correcto, porque lo hago desde el amor y no desde el odio de afectar a nadie. Para mí coleccionar historias es una ideología y una justificación. He descubierto que no puedo limitar a mi mente y a mi cuerpo de vivir experiencias. Cada experiencia es necesaria y valiosa, para entender la fragilidad de la vida, para comprender los códigos sociales, para conocer el poder de las palabras y principalmente, para adquirir una mayor sensibilidad y un mejor entendimiento del mundo. Autor: ALEJANDRA CERECEDO CONSTANTINO, Publirrelacionista y politóloga
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