Todos los procesos en esta vida se basan en ciclos, y el proceso del Pitch no es una excepción. Uno empieza con la fase de acercamiento cuando te dedicas a investigar, leer y preguntar todo lo que se haya escrito o esté en fase de ser analizado sobre tu deseado futuro cliente y sus productos. En esa fase “esponja” absorbes todo lo que puedas sobre la información disponible. Una vez que tienes el material a tu disposición llega el momento de jugar a ser el público objetivo. Si tu perfil encaja dentro del público al que quiere dirigirse el cliente tienes parte del trabajo hecho, sino llega el momento de filtrar tu agenda social para buscar contactos que puedan encajar en el perfil a los que usar de conejillo de indias para probar hipótesis y teorías de diversa índole. Ojo, no conviene tomar como sujeto de estudio a tu pareja y/o mejores amigos puede que al final te veas sin cliente y sin pareja. Cuando has analizado y procesado todo lo habido y por haber sobre el Mercado y su evolución llega el momento de elaborar la estrategia. ¿De dónde partimos? y ¿A dónde vamos? La línea general de actuación, los medios y canales más adecuados. Llegan los nervios, el día del Pitch y sales a darlo todo a la arena del circo. Cuando todo ha terminado, en el camino de vuelta a casa en medio del silencio post-adrenalina piensas en lo que has dicho, lo que no has dicho, lo que quizá deberías haber dicho y lo que queda por decir. Creía que el peor momento era antes de romper el hielo en la presentación, pero definitivamente después del pitch llega el horror de la incertidumbre hasta que suena un teléfono o llega un e-mail para confirmar que hemos ganado un cliente. Imagen cortesía de iStock
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