¿Se puede vivir de la redacción en las redes sociales? Lo que a uno le apasiona, lo que uno prefiere hacer aun cuando no está haciendo nada, ¿puede convertirse en profesión? La mayoría de nosotros, unos más y otros menos, disfruta de pasar el tiempo libre (y, secretamente, el ocupado también) divagando de red social en red social. Viendo qué dice quién y cómo lo dice. Para qué y para quién. Cuánto y con qué resultados. Como si sentarse frente a la PC con ocho pestañas abiertas, mientras uno pretende trabajar o estudiar, fuera el nuevo sentarse en la vereda para ver a la gente pasar. Como si uno supiera que lo que debe hacer es otra cosa y las redes sociales fueran sólo motivo de distracción. Personalmente, fue a través de las redes sociales, más específicamente a través de Twitter, que descubrí mi pasión por el quehacer publicitario. También conseguí trabajo y esposo pero a eso se los cuento la próxima. No hablo sólo del community management liso y llano; a mí me gustaba escribir. No es que irrumpí, corajuda, en el mundo publicitario. La publicidad era eso que hacía un grupo de gente hipster con bigotes y anteojos, en una oficina, mientras tomaba cerveza, veía dibujos animados y se reía de todo. Yo redactaba… cosas. Cuál es la parte en la que encajo yo en esa amalgama de locos, a quienes de hecho admiro, que diseñan piezas que le vuelan la peluca a más de un señor. Cómo de repente iba yo a dirigir un spot televisivo, a mí entusiasma más redactar guiones. Si yo no me llevo bien con el diseño (de hecho, sospecho cada día más de que Illustrator tiene algo personal en mi contra), tampoco tengo outfits espectaculares para convencer clientes y conquistar cuentas. Y no es que no estuviera abierta a aprender cosas nuevas, en publicidad todos hacemos un poco de todo y solemos manejar esa suerte de malabarismo con más eficiencia de la que esperábamos. Pero a mí me gustaba la publicidad, me encantaban las redes sociales y quería dedicarme a escribir. Ni mis anteojos eran tan copadamente hipster ni mi habilidad para la oratoria tan sorprendente: tenía que descubrir mi propio camino y no era tan fácil. Y qué es eso de los ciento cuarenta caracteres, no deben tener idea de todo lo que tengo ganas de decir. Y cómo hago para expresar esa cantidad de cosas que se arremolinan en mi cerebro si me dan tan poco espacio, si me limitan así. Qué barbaridad, ¿habrá que resumir, habrá que “conceptualizar”? Vamos a lo concreto, qué quiero decir y cómo lo digo sin vueltas. Cómo hago para decir mucho con poco. A quién se lo estoy diciendo y cómo hago que me entienda. Por qué a estas personas les interesaría o entretendría leer lo que escribo yo tanto o más que lo que escriben otros. Por qué se identificarían con lo que pienso sobre las cosas. Por qué me elegirían aunque no me conozcan, por qué me creerían, por qué tomarían como cierto lo que yo digo, casi, y siendo pretenciosa, incondicionalmente. Cómo haría para crear una identidad reconocible y bien diferenciada. Cómo haría para que mi presencia se note. Y voila: eso también era publicidad. La principal pregunta era si se podía vivir de lo que a uno verdaderamente le gusta. La respuesta es: rotundamente sí. Aunque bueno, el camino sea largo y haya muchas paradas por descubrir. AUTOR Rosario Gonzalez Más conocida como Bleu Minette, soy redactora publicitaria, social media manager y encantadora de gatos. Creo que lo más lindo de escribir es convertirse en las palabras de quienes quieren decir algo y no saben cómo: yo decidí convertirlo en mi profesión. Si tienen ganas de leerme, escribo por aquí y por allá pero principalmente por acá: @BleuMinette Imagen cortesía de iStock
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