Todos tenemos productos o servicios que vender. En realidad, todos esperamos que nos compren y si es por decisión propia, mejor. ¿Y si pudiéramos contarle las excelencias de nuestras botas de montaña a un cliente que está mirándolas en el escaparate para que sepa exactamente qué elegir cuando entre? ¿Y si pudiéramos inducir al cliente a la compra porque antes de entrar supiéramos qué tipo de bota necesita? ¿Y si el cliente viniese a por sus botas porque ha leído una historia de superación en montaña de alguien que pudo contarla gracias, en parte, a esas botas? Para tener mayores probabilidades de vender debemos ser diferentes al resto y para diferenciarnos debemos alejarnos de lo que hacen los demás. Tener un negocio físico anclado a una calle nos ofrece poca maniobra y las opciones de incrementar el número de personas que se detengan delante de nuestra tienda, no son muchas. Al tener una tienda física estamos externamente sometidos a un flujo de acciones secuenciales impuestas que debemos analizar para así entender qué caminos nos llevan a la venta. Porque si tenemos una tienda necesitamos que nos vean, que se detengan a mirarnos, que entren a vernos, que se queden a probar nuestros productos, que se interesen por alguno de ellos, que los adquieran, se los lleven a casa y que vuelvan para empezar de nuevo el ciclo. Pero sobre todo queremos conseguir que hablen de ellos a terceros. Este mismo flujo se da en el marketing de atracción, es una secuencia que debemos tener presente si queremos escalar nuestro modelo de negocio a Internet y que sea rentable en la red. Una vez más se demuestra que el negocio físico no es tan diferente del digital y que nuestra experiencia de años como empresarios es un valor excelente que no podemos minimizar ni infravalorar. Sólo debemos creer en ello. Sin embargo también hay diferencias entre lo físico y lo digital. Una de las más significativas es la capacidad de transmitir información al cliente, allanándole el camino hacia nuestros productos. Mucha de las empresas que visito me dicen: «es que nosotros no sabemos transmitir escribiendo». Lo que llama la atención no es que me lo digan sino que a esa sea su verdad. Escribir no es fácil. Transmitir con sentido, menos. Y poder comunicarlo en línea con el interés que entendemos tiene nuestro cliente, suele ser la guinda al pastel. Pero la generación de contenidos y su transmisión es esencial e irrenunciable para la empresa actual, tanto si la hacemos nosotros como si nos ayudan a hacerla. Por ello, quiero compartir con vosotros los 7 pasos para generar contenidos: 1.- DEFINIR QUÉ TENEMOS. Debemos empezar por lo obvio porque en realidad, nada lo es. ¿Qué tenemos? ¿Hablaremos de un producto o de un servicio? ¿Sabemos a quién debemos enfocarlo? Entender de qué tenemos que hablar es el primer paso para sabes cómo tenemos que escribir. El síndrome de la hoja en blanco no debe existir en literatura de empresa. 2.- DESTACAR VALORES Y BENEFICIOS. Detallar en modo esquema qué diferencia a nuestro producto del resto de similares, alejando de nosotros los aspectos normalizados en el mercado que hacen que cualquiera pueda decantarse por otro como precio o calidad genérica. Ser diferente es no ser igual y si esta premisa te causa risa fácil es porque no la entiendes. Hay que empezar por lo que hace que no seamos iguales. 3.- ENFOCAR EL OBJETIVO. Muchas empresas fracasan en su política de generación de contenidos porque centran su importancia en su producto sin entender que hay que centrarse en el cliente. Hay que escribir para llegar a las emociones de quien vaya a leernos y eso no pasa nunca por describir las bondades de nuestros productos. Si no podemos ser creativos, originales e innovadores, no escribamos sobre nuestra empresa. 4.- DEJARNOS LLEVAR: ESCRIBIR. Y escribir y escribir y escribir. Si decimos que como todo en la vida hay que entrenarlo, acudimos a un tópico. Pero no hay más, para escribir hay que escribir y para escribir bien, hay que escribir mucho más. Y bueno, sí hay más. Hay que leer para escribir cada vez mejor. Es como cuando los ponentes explican la magia de la formación: entender el aprender, enseñando. Leer para escribir y escribir para que nos lean. Algo parecido a la energía, que sólo se transforma. 5.- DIFUNDIR PARA SEDIMENTAR. Si tenemos un buen producto, querrán adquirirlo. Si tenemos un buen texto, querrán leerlo y para ello, debemos usar los canales adecuados de difusión. Somos seres sociales y en muchas ocasiones, el valor de algo depende casi exclusivamente de la capacidad que tenemos de mostrarlo para ser reconocidos por ello. Si nuestro contenido es de valor y lo difundimos entre el público adecuado, sedimentará y formará capas de confianza que serán difíciles de erosionar. 6.- ESCRIBIR SOBRE LO ESCRITO. Algo que no hace mucha gente porque les suena a llover sobre mojado. Escribir nos permite imprimir en la mente de nuestros clientes una imagen que queremos transmitir, apelando a las emociones y consiguiendo que la toma de decisiones se centre en ellas. Si llueve sobre mojado, moja más. Si escribimos sobre lo escrito, dejamos de ser iguales y ampliamos el espectro emocional de toma de decisiones. Camilo José Cela dijo «para escribir sólo hay que tener algo que decir» Nuestros productos y nuestras empresas son, sin duda, el mejor argumento que tenemos para considerar que tenemos mucho que decir. Uno de los valores de Internet es su capacidad en difundir contenido de forma explosiva y con una llegada eficiente a un gran volumen de lectores potenciales. ¿Quién no está dispuesto a probar un vehículo con semejantes especificaciones? Vivimos la época de la nueva escritura, un momento del tiempo donde la capacidad de transmitir contenido de valor a un público interesado en leerlo está haciendo que pasemos de ser vendedores a ser inductores de compra.
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