La conocida trilogía futurista de los Hermanos Wachowski, donde los humanos viven una realidad digital falsa inducida en sus inertes y esclavizados cuerpos por máquinas con inteligencia artificial que dominan el mundo desde su triunfo en una guerra global, ha sido fuente de todo tipo de referencias. Muchos símiles han aterrizado en el mundo de la empresa y uno de los que llevo años apreciando, incluso antes del estreno de la citada trilogía, se corresponde con una de las secuencias más recordadas de la película cuando Neo, el protagonista, el Elegido, esquiva de forma sorprendente un reguero de balas dirigidas a él. Esta toma fue muy innovadora en su momento por su original estilismo y tiempos y siempre me viene a la mente cuando veo a un “jefe” esquivar responsabilidades acudiendo a muchas más argucias y estrategias, incluso, que el mismo Neo. Aunque parezca un atraso, un planteamiento retrógrado en pleno siglo XXI o simplemente una postura cutre y rancia, en este país muchas de sus empresas siguen siendo dirigidas a golpe de silbato instando a que los empleados bailen al son de la música del “jefe”. Podemos patalear, podemos negar la evidencia pero cuando escuchamos el silbato ésta aflora, ácida y quirúrgica, haciéndonos ver que pataleamos demasiado rápido. ¿Pero en realidad, de qué se nutren los poderes Matrix del jefe para esquivar las balas?:
- Simple y llana. Él manda y nadie manda más que él. Si la empresa va bien es porque él manda bien y si va mal, los empleados no bailaron bien al son de su silbato. Nada es responsabilidad suya, nunca.
- Una alta predisposición a querer entender nada que no salga de su ideario personal. Un grado supremo y sublime de indiferencia por las ideas ajenas si no coinciden con las suyas, con independencia de que el resultado de las suyas sea vagamente aprovechable o incluso nulo. En ese caso vuelve al punto anterior, no se ha bailado bien.
- Si no sabe algo, se lo inventa. Si se evidencia su responsabilidad en un quebranto, inventa la excusa que le exime. Si un cliente viene con un problema, inventa una culpa externa para evitar la propia. Inventar es la herramienta del irresponsable al ser difícil de validar.
- Nadie es más que él. Desprestigiar y despreciar al compañero, aunque en la jerarquía de la empresa esté por debajo y no lo considere como tal, es tarea diaria en un ejercicio de marcar con tinta indeleble esa distancia en los esquemas de empresa.
- Todo profesional que se precie de serlo pero se muestre como un jefe Matrix es un ignorante. Es un individuo que antepone su ego al desarrollo del día a día de la empresa. Su ignorancia genera inestabilidad en la estrategia del negocio y en la estructura de la empresa. Y el peor mal de un ignorante es llevar su ignorancia hasta el extremo de obviarla.
- Un toque que no puede faltar. Su capacidad innata para afectar a la persona más allá del profesional, algo que entra en el terreno de la malicia, un recurso muy acudido cuando, por ejemplo, le falta capacidad de diálogo o cuando se siente amenazado. Porque aquí el que manda es él y sólo él lleva el silbato colgado del cuello.
Si alguno de vosotros, estimados lectores, sentís una especial repulsa por estas características del jefe Matrix una de dos, o sois un empleado en modo “obligado bailarín diario” a golpe de silbato y al leerlas se os aparece su rostro de forma recurrente, o si ostentáis un cargo directivo, deberíais pensar con calma y frialdad por qué os escuecen tanto. Si recordáis Matrix, al final de las secuencia Neo cae y dos balas le impactan. Cuando Smith, una de sus múltiples copias reflejo del software Matrix que quiere acabar con los humanos no inducidos, le apunta a la cara con su arma para culminar la tarea del día, Trinity acude en su ayuda eliminando de inmediato y muy de cerca la amenaza. Podríamos decir que esa es la suerte que en ocasiones también acompaña a los jefes Matrix. La suerte no siempre es de los campeones. A diferencia de la película en la que no hay nadie detrás de Neo, en la vida real estamos nosotros, recibiendo todos los impactos que el jefe Matrix ha conseguido evitar. Nuestro Smith particular suele quedarse siempre sin balas y el esquivo no suele sufrir nunca rasguño alguno de ahí que no necesite a Trinity. Él solo se basta. Parece que no tenemos papel en esta película y el hecho de no haber sido llamados al casting se demuestra a diario con cada impacto, por estar en un lugar de la escena que no nos tocaba. Porque acometer un abuso de poder proveniente de la prepotencia es difícil de gestionar por nosotros y si lo hacemos, las consecuencias pueden ser desastrosas. Gestionar la inconsciencia es casi imposible ya que la mayor predisposición a no entender es la que supura de una mente cerrada a propuestas de terceros. Frente a la inventiva, nos quedamos sin expresión. La soberbia trastorna porque convierte a su poseedor en una persona de la que uno quiero alejarse y la mayoría de veces no podemos hacerlo. La ignorancia es inalcanzable porque la responsabilidad de su grado es del propietario de la misma. Y la malicia es algo que todos tememos, pero si a algo tememos aún más que ella es a su anfitrión. Con estas premisas parece que no tenemos salida pero Neo parecía que tenía aún menos que nosotros y sin embargo salió victorioso, al menos en la primera parte de la trilogía. Aunque parezca un mal giro del destino, la crisis que aún padecemos, que de base podía interpretarse como un motivador agregador de emociones que convirtiese a los profesionales de la empresa en una piña en pos de una salida victoriosa de la batalla, se ha convertido en la guerra personal de cada uno por su trocito de cielo. Y si ese sentimiento se escala al vértice jerárquico de la empresa, el perfeccionamiento en la técnica de esquivar responsabilidad en cámara lenta es sistemático porque un día alguien dijo “tonto el que no esquive” y todos se pusieron a practicar sin atender a quien gritó o si los tontos eran los que practicaban.
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