Muchos son los factores en la implementación y desarrollo de una marca que hacen la diferencia al momento de determinar el éxito o fracaso de la misma; desde el marketing empleado hasta la atención al cliente, las variables que se toman en cuenta para valorar el impacto de la marca son un aspecto importante en el desarrollo de la misma. Sin embargo, existe un factor que es indispensable para que toda marca pueda navegar por el mundo de la competitividad sin el temor de sufrir un traspié que trunque sus aspiraciones de trascender en este mundo de dinámicas económicas. Hablamos de la patente. Nos ha tocado vivir en una era digital en la que todo lo que pueda agregarle valor y utilidad a la vida cotidiana de las personas es posible; a diario surgen nuevas tendencias que le permiten a los creativos desarrollar nuevos conceptos de uso o nuevas ideas de servicios que pueden beneficiar al potencial consumidor. El problema está en el hecho de que cuando parece que una idea no tiene dueño -aunque en realidad lo tenga-, la competencia puede simular esos nuevos gadgets y crear, casi de manera simultánea, servicios del mismo tipo que evidentemente no salieron de su ingenio. Por ello, para que toda marca pueda solventar estos obstáculos del mundo de la competencia, y para que esta competencia tienda a ser más equitativa e igualitaria en condiciones para todos los participantes, es necesario e indispensable que las marcas patenten sus creaciones, ideas, conceptos, procesos, diseños y demás características implícitas en el proceso creativo de un bien o servicio. Para que esto sea posible, a veces -sobre todo cuando hablamos de marcas que trascienden más allá de las fronteras geográficas-, es útil la participación de un Estado protector de sus propias marcas; cuando existe un producto muy característico de la economía de cierta región en algún país del mundo, el gobierno debe asumir una amplia responsabilidad en proteger la patente de su marca. Por ejemplo, un sector que se ha visto muy beneficiado por esa característica es el sector automotriz; si mencionáramos cualquier nombre de alguna marca fabricante de vehículos, inmediatamente la podríamos relacionar con su país de origen. Así, podríamos citar a la Volkswagen y pensar inmediatamente en Alemania como su país de origen o si pensamos en la Ford, los Estados Unidos de América saltan a nuestra mente como su país de nacimiento, y así por el estilo. El buen punto es que las economías representativas de algunas marcas o productos, juegan un papel importante en cuanto a la protección que sus gobiernos le pueden brindar a esas marcas mediante patentes de procesos de fabricación, comercialización y distribución complejos, que hacen difícil o imposible que dichos modelos sean replicados sin autorización en otras partes del planeta. Así, el Estado interviene en la protección de los derechos intelectuales de sus compañías y las corporaciones tienen la libertad de seguir produciendo nuevas ideas sin el temor de ser plagiados. Un ejemplo muy impactante de cómo un gobierno puede intervenir en la protección de la patente de sus marcas es el del Champagne. El Champagne es una de los vinos más exclusivos que se comercializan en todo el mundo; su peculiaridad radica en el hecho de que se trata de un vino, generalmente blanco, que tiende a ser espumoso y con un sabor dulce a base de uvas selectas. Además, esta bebida es producida de manera exclusiva en la región que le da su propio nombre al vino, Champagne, al norte de Francia. Se sabe que a medida que la bebida fue ganando popularidad en el mundo, en otras regiones se intentó replicar el proceso de producción del mismo. Las imitaciones tuvieron cierto éxito hasta que los habitantes y fabricantes de la región original en Francia, defendieron su vino y lo proclamaron como original y único; a su vez, el gobierno francés se unió a su cruzada y así se declaró que el Champagne original era el creado en dicha región y la bebida se convirtió en ese momento en un bien de producción nacional. El Champagne quedó patentado como el vino francés por excelencia y, de esa manera, quedó demostrado que las patentes sirven para defender los derechos intelectuales de los productores originales. Otro producto que pudo haber seguido ese mismo hilo de protección intelectual de derechos de autor, pero que nunca fue defendido por su gobierno, es el del muy aclamado Queso Cheddar. Originalmente creado en la región de Cheddar, en Somerset, Inglaterra; este alimento es uno de los quesos más ricos en todo el mundo. El problema fue que no corrió con la misma suerte que en el caso anterior del vino francés y fue replicado en decenas de países, al grado de que, son por lo menos, seis los países que se adjudican al Cheddar como suyo. En este caso, el concepto de la patente nunca se asomó por la mente del gobierno británico para proteger un bien originado en sus propias tierras. En la actualidad, el mundo productivo se mueve tan rápido que es muy importante estar al pendiente de las creaciones e innovaciones que se hacen a cada momento; más aún, los creativos deben entender que el factor principal que llevará al éxito de su marca es proteger sus ideas, servicios, productos o procesos productivos y así evitar el plagio de sus propios gadgets. Patentar lo que uno inventa, crea y desarrolla es tan importante como tener la idea misma; gracias a las patentes, las grandes marcas han podido sobrevivir durante décadas en este mundo competitivo. ¿Has sabido de algún bien o servicio que se ha venido abajo por causa de la falta de patente? ¿Conoces alguna marca que haya sufrido las consecuencias del plagio? Compárteme tu conocimiento en la caja de comentarios. Valenziología: La imagen que ves al final de éste artículo lo dice todo; en Corea del Sur, un supermercado llamado Homeplus, colocó una galería de imágenes de sus productos a lo largo y alto de una estación del metro en Seúl. La idea es que el usuario, al descender de los vagones después de una jornada laboral extenuante, pueda acercarse a las imágenes de los productos deseados y escanear con su dispositivo móvil el código QR anexado cada uno de ellos. Esta información se envía al supermercado y los empleados cargan los carritos de compras con los productos seleccionados, arman los pedidos y los envían hasta los hogares de los clientes. Lo más interesante del caso es que en el proceso, no se desembolsa ninguna cantidad de dinero físico, ya que todo el proceso, incluido el pago se lleva a cabo digitalmente. ¿Lo sabías?
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