Todos tenemos un anhelo interior de poner nuestra firma en el mundo. Y, a diferencia de lo que sucedió durante siglos, con escasas excepciones, el acceso a lo digital nos ha permitido llevar nuestro nombre e ideas hasta lugares y personas que no conocemos, aunque seamos ciudadanos promedio. Es más, ahora tenemos la responsabilidad de cuidar nuestra imagen y buen nombre virtual, así como de promover nuestra marca personal. ¿Quién no desea ser el creador de su destino? Todos tenemos el deseo de escoger lo que haremos con nuestro tiempo y recursos, a dónde ir y con quién compartir nuestro tiempo. También nos gusta la idea de adaptar el entorno a la medida de los deseos y necesidades que tenemos, y que la gente nos ame. Para ello es necesario tomar decisiones de todo tipo, y en el mundo virtual hay que empezar por tres cosas básicas: 1. Definir una identidad: Un propósito, una razón de ser y hacer en el mundo y en las redes sociales. 2. Elegir un nombre para ser reconocidos: Un nombre sonoro, corto, fácil de recordar, adulto. 3. Escoger una imagen: Una fotografía que nos humanice y haga reconocibles. La mayoría de la gente se brinca el tema de la identidad, por ello no tiene inconveniente en colocar en sus perfiles de correo electrónico, Twitter y Facebook (quizá también hasta en un blog o página web) unos nombres poco o nada serios, totalmente desconectados de su persona y unas fotos que deberían ser reservadas para el álbum privado. De este modo, sin quererlo y sin pensarlo disminuye el valor de su marca personal, que no es otra que un conjunto de recursos de los que disponemos para hacer marketing de quiénes somos, lo que hacemos, sabemos y podemos. De esto último habla ampliamente Tom Peters en su libro “A brand called you” (Una marca llamada tú). Vale recordar que la gente ya no se conforma con lo que digamos o escribamos acerca de nosotros mismos, ahora tiene la posibilidad de jugar al investigador privado con la ayuda de Google. Colocan el nombre en la casilla de búsqueda y pueden encontrar más de lo que nosotros mismos sabemos que existe en la Internet vinculado con nuestro nombre. Esos resultados pueden ayudarnos o hundirnos, todo depende de qué tanto hemos cuidado nuestras publicaciones y el uso de las etiquetas que hacen nuestros amigos. Si hay algo que deseamos que una o varias personas nunca vean, es mejor nunca subir eso a la red. La juventud y la locura adolescente duran unos pocos años, y la necesidad de ser confiables y productivos dura toda la vida, así que debemos elegir SIEMPRE CON MUCHO CUIDADO lo que exhibimos sobre nosotros. La marca personal no se construye en un día, a Bill Gates le tomó años hacer de Microsoft una marca omnipresente en las oficinas y hogares. Algunos de los hombres y mujeres más famosos que conocemos han tenido que trabajar por décadas. Así es, toma años edificar un buen nombre, cultivar y asociar ideas positivas con éste y ganar credibilidad y confianza, mientras que un pequeño error puede dañar seriamente una buena fama en cuestión de minutos, así que tenemos la tarea de agregar valor constante y cuidadosamente hoy para recoger frutos mañana. Permíteme resumirlo de este modo: aunque nuestra especialidad profesional no sea marketing y publicidad, tendremos que aprender un poco para cuidar como se debe nuestra marca personal. En buena medida, de eso depende lo que logremos hacer en la vida. AUTOR Zeida Marcela Suárez F. Apasionada de los temas de desarrollo humano, psicóloga, trainer y speaker, dedicada a ayudar a otros a descubrir y cumplir su misión vital. La música, los libros y los atardeceres son los cómplices perfectos en mi viaje por este mundo lleno de secretos invisibles para los ojos y visibles para el espíritu. Las palabras son mi don y la escritura mi destino. @Zeida_Suarez Imagen cortesía de iStock
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