Piense que el mundo no existe, o que si existe lo hace en forma de anuncio. El día está dividido en secciones de veinte segundos. Toda escena callejera es un spot de televisión, toda plática es un spot de radio, todo rostro detrás de algún marco de puerta automotriz es un póster, todo es publicidad. Cómprese una libreta y cuando su novia o novio estornude o sufra tos, anote en su libreta que el personaje de la comedia que es su vida ejecuta «Efectos Especiales» con gracejo y donosura. Hable en eslóganes, sí, hágalo aunque nadie entienda nada. Al pedir su comida eche mano de los «cierres», diciendo: «Por favor, tráigame una orden de tacos al pastor: confío en su marca, pongo toda la carne en el asador». Verá qué rápido recibe hostilidades. Vístase como botarga, no como persona. Repita veinte veces su nombre ante cualquier persona interesada en usted, hágalo, sí, si quiere que su nombre se quede inmoble en la cabeza del receptor. Haga segmentaciones, tantas, que una persona termine dividida en cabeza, tronco y extremidades. «¿Qué quieren las piernas de mi cliente?, ¿qué quiere el brazo derecho de mi mercado meta?», pregúntese. Sea irracional al presentar racionales. Insista. Piense lo siguiente: la visión humana es como un espectacular, es rectangular. No olvide que las personas quieren ver anuncios creativos, quiere no tener buenos productos. Todo el mundo hace filas en el cine para que le vendan un refresco o soda, no para ver una historia bien contada. Medite en que todo el mundo tiene un precio, pero también una plaza y una promoción. Hay personas más accesibles los miércoles, por ejemplo, y otras los sábados por la noche luego de tres promociones nocturnas. Cuando su novia empiece a enamorarse de otro, llamado «competencia», use textos cortos para enamorarla. Respóndale con monosílabos o imite al mimo, que sin hablar transmite mucho (porque «menos es más»). Si irá a una fiesta popular póngase una camisa amarilla, azul o roja para que lo vean y las mujeres quieran conocerlo. Si irá a una fiesta de gente millonaria vístase con colores discretos y todo saldrá bien. Visite su negocio de vez en cuando, y cuando sus empleados le digan que no se ha vendido nada, no se preocupe, y pregunte: «Bueno, pero la gente ha hablado de mi marca, ¿verdad?». Los empleados le dirán que sí y usted estará harto contento. Practique la incoherencia sistemáticamente y haga que los productos, como quería Platón, sean meras ideas o Arquetipos. Usted no vende sándwiches, vende carcajadas atragantadas. Usted no vende libros, vende momentos felices de distracción (tómese la palabra «distracción» filológicamente). Usted no vende automóviles, vende gasolina, aunque indirectamente. Gracias. Foto cortesía de Fotolia.
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