Cuando damos el salto al mundo laboral, generalmente como becarios, mil dudas nos desconciertan. Al principio nos invade una sensación entre ilusión y temor que nos hace estar emocionados, de los nervios y, quizás, algo bloqueados a la vez. Y con cada nueva empresa en la que empezamos, el proceso se repite. Encuentras una oferta que te resulta interesante y mandas tu portfolio o tu currículum. Si tienes suerte y te citan para una, llega la histeria de las entrevistas, más tarde la alegría de que te digan que has sido “el elegido” y, finalmente, llega tu primer día en esa empresa. Todo ello, con los nervios a flor de piel, claro. Conforme vamos adquiriendo experiencia en este tipo de procesos, somos tan ilusos como para creer que los nervios irán desapareciendo a medida que pase el tiempo. Puede que sí, pero no será ni en la tercera ni en la quinta ocasión, querido amigo, sino tal vez cuando tengas 30 o 40 años. Los días anteriores a nuestra entrada en la nueva empresa tratamos de convencernos de que los nervios y el pánico no se apoderarán de nosotros. Nos aseguramos de conocer en profundidad la agencia en la que vamos a empezar y, si su web nos lo permite, al menos a ver qué personas integrarán el equipo con el que vamos a trabajar. También están aquellos casos en los que ya conoces a la empresa en la que te vas a incorporar, tal vez ésta y algunos de los miembros que la componen hayan sido para ti referentes publicitarios en los años en los que llevas enamorándote de la Publicidad. En este caso, los nervios y la incertidumbre solo pueden multiplicarse, aunque también lo harán la emoción y las ganas, tranquilo. Muchos jóvenes tendemos a idealizar las empresas para las que vamos a trabajar, y es ahí donde se fundamentan gran parte de nuestros temores. “Voy a estar cara a cara con grandes profesionales, o incluso con algunos de mis ídolos, ¿seré capaz de actuar como si fuesen personas, tal y como siempre he creído? ¿me comportaré como una quinceañera conociendo a su cantante favorito? ¿estaré a la altura de lo que se espera de mi?” Estos nervios, siempre y cuando no se nos vayan de las manos, no son malos. Nos mantienen con ilusión y nos hacen empezar motivados. Sin embargo (normalmente), tardamos poco en darnos cuenta de que, una vez más, esa empresa está compuesta por personas como tú y como yo, que tienen sus virtudes y sus defectos, y el pánico sale por la puerta cómo si nada, al menos por unos meses. Y digo al menos por unos meses porque, si de algo sabemos los becarios publicitarios actuales, es de empezar en sitios nuevos. Normalmente, tras acabar nuestro período de prácticas en una empresa , abandonamos la misma para que otro becario ocupe nuestro puesto, y así sucesivamente. En algunos casos y, estando cómo están las cosas, con algo de suerte, quizás nos ofrezcan renovar nuestro contrato de prácticas. Imagen cortesía de iStock
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