El oficio de redactor publicitario, tiene una ramificación apasionante, nacida en la Alta Política. Ser el asesor de imagen o el generador de discursos de un político que está en el poder, es una responsabilidad enorme. No sólo es necesario saber cuáles son los pilares de la cultura de nuestro público: también es necesario saber cómo abarcar los diversos mercados a los que vamos a persuadir. Para lograrlo, tenemos que estudiar las cuatro grandes áreas del conocimiento moderno. Por ejemplo, tenemos a Christopher Hitchens, que estudió Economía, Política y Filosofía (sólo le faltó estudiar Historia). Cuando uno lee sus libros, sus ensayos o artículos, uno encuentra opiniones brillantes sobre todas las cosas. Del mismo modo, un político tiene que ser capaz de emitir opiniones sólidas sobre todas las cosas, pues su trabajo es dirigir las almas de su pueblo. Para que podamos escribir un discurso político, tenemos que incluir en nuestros párrafos cuatro factores: objetos, personajes, situaciones y tecnicismos. Recuerdo que Michel Foucault, inaugurando una cátedra, explicaba que el poder de persuasión de un sacerdote o de un médico, radica en estos cuatro pilares. Tener la personalidad ideal para «parecer» un médico, usar palabras latinas, rodearse de un hospital y jugar el papel de salvador en una situación triste, es poseer el poder. El primer consejo que tenemos que darle a un político, es que mantenga un estilo constante durante toda su campaña. Esta constancia, se logra provocando que siempre utilice los mismos ambientes, las mismas palabras y las mismas situaciones (la ropa puede cambiar, pues el pueblo, acostumbrado a calificar sólo las apariencias, siente simpatía hacia los hombres que comparten su vestimenta). También es importante sembrar en nuestros párrafos las vocales fuertes como la «o», la «a» o la «e», pues permiten abrir bien la boca y hablar en voz alta. Si nuestro discurso está lleno de palabras que contienen las vocales «u» e «i», la voz no volará hasta su destino. Y hablando fonológicamente, un texto redondeado por las mentadas vocales, es amable para la vista. Louis Althusser, en su excelente libro denominado Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado, explica cómo es posible obtener, mantener y retener el poder estatal. Decía el pensador marxista que es necesario fomentar la idea de que el núcleo de toda sociedad, es la familia. Invitando a los hombres a reproducirse, los atamos a ciertas responsabilidad anejas al cargo de «jefe de familia», responsabilidades que nadie imagina bajo los efectos del amor. Sí, pasamos nuestra vida aceptando trabajos que no queremos, diría Marx. También es importante mantener en nuestros discursos la mecánica promovida por la Iglesia, una mecánica del premio y del castigo. Así, nos aseguramos de que la gente, crea que está bien el sacrificio. De este modo, los padres pagan con gusto las colegiaturas de sus hijos, es decir, la capacitación técnica del pueblo, la cual será aprovechada por las empresas de manera gratuita. Las empresas pagan un salario equivalente, casi siempre, a la fuerza de trabajo que emplean. Pero esta fuerza de trabajo, tuvo un origen que no fue subsidiado por las empresas. Los bebés no nacieron siendo ingenieros o físicos. ¿Quién alimentó a estos bebés? ¿Quién pagó la universidad de los jóvenes? Los padres, padres que extrajeron una parte de sus salarios para cubrir estos gastos. A esto se le llama plusvalía, y ella representa la riqueza de toda corporación. Y usted, como redactor publicitario, tiene que estar enterado de todas estas mecánicas si no quiere equivocarse y producir una revolución. Como generador de discursos, se verá obligado a redactar cuatro tipos de arengas. La primera, es la arenga pública (Relaciones Públicas). La segunda, es la de reclutamiento (Proselitismo). La tercera, es la de capacitación (Funcionarios). Y la cuarta, es la de reforzamiento (Logros). Pero para que no tenga que hacer un gran esfuerzo de persuasión, tendrá que hacer que su político invite a su público a exponerse a los medios de comunicación, en los cuales se refuerzan las ideas antes mencionadas. Por cierto, no olvide que también tendrá que redactar informes, noticias, notas y artículos. Si usted no quiere que el público responda a sus discursos, es decir, si quiere imponerse como el único emisor oficial, redacte su oratoria apelando a la lógica. Bourdieu escribió que cuando al pueblo se le cuestiona sobre asuntos lógicos o matemáticos, el pueblo se queda callado. En cambio, si quiere una gran respuesta, hable sobre problemas morales. A la gente le encanta enjuiciar lo que observa y le excita decir que algo es bueno o malo. Continuemos con estas maquiavélicas enseñanzas. Si quiere convencer a un público adulto, a uno que esté entre los cuarenta y los setenta años, use la Preterición o técnica de persuasión consistente en refrescar la memoria. Use frases como las siguientes: «Ustedes saben», «Como recordarán», «En los viejos tiempos», «A la vieja usanza», «Como siempre se han hecho las cosas», «Todos sabemos» o «Recobrando los valores humanos». Tenga la seguridad de que el público, quedará encantado. Si le habla a jóvenes, use la técnica de la Perisología, que consiste en meter términos técnicos en el discurso. Para esto, use frases como estas: «Su vida en Internet», «Con la comunicación móvil», «Estamos conectados», «Conozco su perfil de Facebook» o «Googlear sus dudas». Martin Luther King siempre hablaba dándole vueltas a los argumentos que su público conocía, es decir, rodeando el Antiguo Testamento. Obama siempre hablaba usando la exageración, respaldándose en una tradición sajona como la de Adams o Jefferson, o produciendo simpatía citando pensadores latinoamericanos. También tenemos que aconsejarle al político la constante lectura de la mejor poesía, pues con esta práctica, mejora su dicción, su elocuencia, su seguridad y su lógica. Ojalá que estos sencillos consejos, le sirvan para convertirte en un gran copywriter político.
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