“Aquí la realidad es más poderosa que los sueños” canta René Pérez Joglar mejor conocido como Residente en su canción “Una Leyenda China”, la cual recita el poema acerca de un saltamontes que soñó transformarse en un hermoso dragón; eso fue lo primero que vino a mi mente mientras pasaba por un bloqueo creativo para escribir.
Todos hemos escuchado la estrecha relación entre la creatividad y el sueño, ese crisol del cual emanan grandes ideas que son la materia prima de obras literarias, musicales, pictóricas y científicas. La poesía es creación y en los sueños encontramos pura abundancia onírica, que despiertos somos incapaces de explorar.
Decía Freud que los sueños son fantasías que nos consuelan de la represión del súper-yo cuando dormimos. En esos momentos, el inconsciente entra en “modo libre” dejando escapar todo aquello que en vigilia escondimos en lo profundo de nuestro cerebro, haciendo al sueño liberador. Estudiosos de la mente humana asumen a ésta como un repositorio de toda actividad vivida a lo largo del día, que al momento de su descanso, recurre a dicha memoria contenida.
Dormir es necesario al igual que soñar. El sueño convierte a la mente en un generador de ideas que va más allá de sólo un depósito de recuerdos, en la fecundación de la memoria se encuentra la vida de los sueños.
Los surrealistas, por ejemplo, movimiento artístico originado en los años 1920 bajo la batuta de André Bretón, declaraban en su manifiesto que el surrealismo es un “Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento sin la intervención reguladora de la razón”. Ellos veían al sueño como un escenario donde suceden cosas dispares que se revelan unidas por relaciones alejadas del juicio.
Pero si algo es carente de racionalidad, usualmente es confundido con locura. El propio Salvador Dalí, uno de los máximos embajadores del surrealismo, fue atrapado por el genio de los sueños y toda su vida la vivió como tal. Soñar despierto puede resultar embelesador y delirante.
Se dice que reconstruimos las memorias a la vez que las recordamos, de esa manera actualizamos lo pasado no en su forma original sino basándose en el último recuerdo reconstruido, entonces el recuerdo persiste como nuevo. Los recuerdos actualizados pueden reinterpretarse en los sueños y adaptar conductas para probarse en el mundo real.
Hace tiempo leía acerca de cómo es posible utilizar al sueño para encontrar solución a algún problema. El experimento consiste en pensar en dicho dilema los minutos previos a dormir repitiendo preguntas como: ¿Qué puedo hacer para…?¿Cómo consigo…?¿Cómo puedo resolver…? al punto de quedarse dormido. En la prueba aclaran que aunque no se encuentre una respuesta literal en el sueño de esa noche, animan a continuar haciéndolo hasta lograr esclarecer algo.
Llevé a cabo el experimento por un par de noches sin éxito. Después del tercer intento, entre vaguedades recuerdo haber soñado que nadaba en un mar no muy profundo y me deslizaba sobre gran un tobogán. Desperté a media noche y como pude lo anoté en mi celular para no olvidarlo y volví con Morfeo.
Por la mañana analicé mi sueño y aunque no encontré una aparente relación lógica a mi problema, obtuve conceptos interpretables de él: agua, mar, bastedad, juego, velocidad, canales, conexiones, profundidad, inmersión entre otros.
Por cierto, la situación en la que pensé antes de ir a dormir fue: “¿Acerca de qué escribo ahora para Roastbrief?”
No fue como lo había pensado en un principio pero aparentemente el ejercicio funcionaba, el sueño me brindó cierta inspiración para después vaciar mis ideas bajo una narrativa racional, comenzando así a elaborar las líneas que ahora lees.
Dormir y soñar son cosas distintas; y dejar de analizar los sueños sería un completo desperdicio. Aunque en ellos podemos encontrar un campo libre de ataduras morales y éticas, también representa un riesgo significativo que tendremos qué afrontar en pro de la creatividad; quizá sólo somos pequeños saltamontes que soñamos ser dragones.
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