En esta revolución del trabajo donde las reglas del juego cambian día a día y las competencias laborales son las que determinan quién puede apoyar al desarrollo empresarial y quien lo deja de hacer, donde dejamos de ser personas y nos convertimos en números, en objetivos o en resultados, es donde cada vez toma más fuerza la visión de tener jefes que puedan aportar al desarrollo empresarial, esos grandes líderes que inspiren a las organizaciones a caminar en pos de los números que muchas veces pueden ser esquivos, esos liderazgos que pueden ser de distinta índole, de diferente tipo e incluso salirse de las propuestas académicas, son los que podrían determinar la verdadera diferencia entre organizaciones que mueren, que sobre viven, que viven o que crecen. Sin embargo de los expuesto en el párrafo anterior las empresas suelen tomarse el proceso de selección de estos líderes muy a la ligera, creer que una prueba Psicológica es la barita mágica que nos dará el resultado definitivo es uno de los principales errores, pero la mayoría de empresas cuenta ya con líderes que estorban el proceso de desarrollo de la industria y que lejos de inspirar a mejorar generan miedo. ¿Pero cómo reconocerlos? Reconocer a un falso líder es muy sencillo porque siempre están generando conflictos, su actitud es la de dueños de la verdad, están en un sitial superior al resto, no escuchan más que chismes, no aportan con soluciones que no sean las del despido o la sanción, es decir creen que la gente aprende a patadas, son intimidantes, pero sobre todo creen que la gente debe indicarles todo lo que hiso, hace y hará en su trabajo. Este tipo de actitudes generan desequilibrio, incertidumbre y falta de consolidación de las organizaciones, el costo real de este tipo de liderazgo suele ser de dos dígitos porcentuales negativos en la productividad. Entonces ¿qué hacer con estos supuestos líderes? La respuesta es simple, se debería prescindir de ellos y trabajar en la búsqueda de mejores profesionales que integren y consoliden a las personas para ser mejores y dar mejores resultados. Una empresa es grande no solo por su gente y sus líderes sino por los sentimientos que estos generan, esa energía que hace que otros quieran trabajar allí, pero sobre todo que hace que sus colaboradores se entreguen al cien por ciento y transformen posibilidades malas y pésimas condiciones en excelentes resultados por el compromiso. Pregúntese ¿si la empresa necesitara un día que las personas que trabajan en ella se entreguen al cien por ciento un mes pero sin paga lo harían? ¿Sería suficiente que el gerente o el jefe se los proponga? Si la respuesta fue negativa entonces es fundamental que su empresa arranque un trabajo de formación de líderes, un trabajo de sensibilización que transforme a los caudillos y que integre la empresa, si las empresas quieren alcanzar una visión solo lo harán cuando todos sus colaboradores sueñen los mismo. Imagen cortesía Shutterstock
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