Me vine temprano a la agencia porque estoy entrevistando gente y como tengo un par de juntas más tarde, la única manera de ver a alguien es citándolo a una hora impensable para un creativo publicitario. Es decir, a las 9 de la mañana. Y como voy a dejar a mi hija muy temprano a la escuela y todavía no tengo la luz verde de mi doctor de hacer ejercicio por aquello de la mano desconchabadita, pues me vine a hacer una de las cosas que mejor me salen. Adivinaron: comer. Ese es el único hábito que logro mantener sólido: engordar. Bueno, así que mientras me refino unos rancheros en Kleins y termino el ritual con un panquecito de limón que es una lo-cu-ra, me debato en mi cabeza un montón de cosas. La mayoría de ellas inconexas entre sí y de alguna forma, todas ocupando en mismo espacio en mi cerebro. Está encendida la tele en CNN y entonces, entre mordida y mordida, veo las imbecilidades de Trump, que ya me tienen podrido (y lo que nos falta, jesucristo del santo manto bendito) también veo un par de comerciales del Superbowl y me acuerdo que quedé con mike de hacer una reservación en el Alboa de Santa Fe para verlo junto con Gonza y nuestras proles y pienso que ya cagamos porque faltan 2 días y no he hecho ni madres. También regresa a mi mente el hecho de que éste será el espectáculo de medio tiempo más caro de la historia protagonizado por Lady Gaga y me da por semi pensar (porque la verdad no le dedico más de 5 minutos) que qué desperdicio de dinero, que pinches gringos están bien mensos por gastar tanto en una mamarrachada (misma mamarrachada que me tiene preocupado pensando en hacer reservaciones en un lugar especial para verlo). Y luego por mi cabeza me llega el pensamiento de toda esta gente que he estado entrevistando y pienso en todos estos creativos treintañeros (la mayoría talentosos) y en cómo cada uno ha logrado venderse dentro de su organización. Es increíble la disparidad de sueldos que existen entre todos. Con decir que entrevisté un par de asociados que ganaban más que un par de “directores creativos”. Y en general, con excepción de una de 10 personas que he visto, bastante mal pagados. Pensé y pienso que nadie debería dejar que le dieran un puesto en lugar de remunerarlo justamente por un trabajo y una responsabilidad de acorde con sus aptitudes. Pero nos corre en la sangre un complejo de “ser jefes” que nos deslumbramos ante la posibilidad de “ser director” de una importante agencia publicitaria sin darnos cuenta que aceptando el puesto estamos aceptando una responsabilidad muy grande que debería pagarse como tal. Y no nos damos cuenta como industria que eso acaba haciendo más débil a la propia industria. Y por eso estamos llenos de chavos que todavía (conste que digo todavía) no están listos para enfrentarse con clientes y articular argumentos de venta inteligentes, estratégicos y creativos que hagan sentido. Chavos que deberían ser senior que en realidad no lo son. Chicos que no hablan inglés perfecto, con books correctos que seguramente un cliente con tablas se comería en un segundo. Me acabo mi último bocado de panqué de limón, pago mi cuenta de desayuno que sale más cara que la de una comida. Vuelvo a ver la tele, vuelvo a ver a Trump. Llega Erick Rubín y se sienta en la mesa de al lado (el viene a desayunar a estas horas de vez en cuando, info especial para las fans recalcitrantes de Timbiriche). Pienso si soy escritor o solamente redactor publicitario. Pienso que ser redactor publicitario está a toda madre y que quizás ser escritor estaría mejor. Y de repente me da por pensar que soy ambos. Lo que pasa es que autodenominarse como un escritor me suena demasiado agrandado. Pero bueno, quizás solo diga que soy escritor a mí mismo, qué chingados. Ahora pasa por mi cabeza el deseo esporádico de hacer una rutina de stand up, porque siempre me ha llamado la atención y pienso si no estaré muy viejo para eso. Y luego vuelvo a pensar que nunca se está viejo para nada. Buen viernes tengan todos.
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