Cuando yo era chico jugaba mucho al fútbol. Un día, ví una foto de Pelé con el uniforme blanco del Santos. Me causó una enorme impresión: las medias también eran blancas. Medias de esas gruesas de fútbol, como las que yo tenía, pero blancas. Yo las únicas medias blancas que tenía eran las de hacer gimnasia en el colegio, pero esas no eran gruesas. No paré de hinchar las pelotas hasta que me compraron medias gruesas de fútbol blancas. A partir de ese histórico momento, mi nivel futbolístico aumentó exponencialmente. Visto desde la madurez de hoy, creo que pasé de ser choto a ser del montón. Pero me creía buenísimo. Es que yo no me creía Pelé, yo ERA Pelé. Esa convicción visual me ha acompañado a lo largo de mi vida. Cuando construimos el maravilloso edificio de Vega Olmos Ponce, pusimos en la valla de 40 metros sobre la Avenida del Libertador, que ocultaba y protegía la obra, la frase ESTAMOS CONSTRUYENDO. MARCAS. Con un monumental tamaño de tipografía, simplemente porque nuestro trabajo de construcción de marcas era monumental. En el palacio donde nació LOLA, presentábamos nuestro trabajo enmarcado en maravillosos marcos barrocos, que hacían juego con la no menos maravillosa sala con frescos pintados en el techo. Hoy Picnic está frente al Parque del Retiro. ¿Acaso no se necesita un parque para poder hacer un buen picnic? Esto puede sonar frívolo y superlativamente superficial, pero yo lo considero medular. La primera experiencia de la joya es el estuche. Creo que no se alcanza el éxito sin poner antes cara de exitoso. Que no se juega al rugby al nivel de los All Blacks sin el haka previo. Que las jugadoras de hockey argentinas eran mediocres antes de autodenominarse Las Leonas. Que por algo existen las banderas, los estandartes, los uniformes, las medallas… Hay algo peor que no tener un símbolo. Tener muchos. Hay que aflojar con los trofeos, publicidad.
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