A muchos creativos publicitarios les sucede lo mismo: una especie de parálisis mental cada vez que un cliente solicita una “activación”, esto es, una acción promocional o no para acompañar un lanzamiento, una campaña, un concurso. Si bien hay verdaderos especialistas en el tema, capaces de solucionar estos pedidos de manera rápida y profesional, la mayoría no lo es. Y por eso, muchas propuestas de activaciones se encuentran con obstáculos que un neófito en la materia ni siquiera sabía que existían: permisos municipales, inconvenientes logísticos, limitaciones en presupuesto, tiempo y espacio, etc. Al mismo tiempo, y como todos sabemos, puede suceder que las mejores ideas tropiecen con problemas imprevistos. Bueno, imprevistos hasta cierto punto, ya que en algunos casos son realmente imposibles de prever, pero en otros se debería haber sospechado la posibilidad de un incidente mayúsculo. Hay una historia muy divertida que ilustra este punto, y sucedió hace ya un tiempo lo que, de paso, prueba que esto de las activaciones no es nuevo. ¿Cuándo fue? En febrero de 1940. Y nada menos que para el estreno de “Pinocho”, la película animada de Walt Disney. Según dicen, la activación fue pensada por el mismísimo Walt, y consistió en la contratación de 11 enanos. Disney los disfrazó de Pinocho y los instaló en el techo del Radio City Music Hall, en Nueva York. Sus instrucciones eran simples: los enanos debían saludar a los chicos a medida que entraban al cine. Para ello, debían quedarse todo el día en el techo; en consecuencia, les dejaron comida para toda la jornada. Pero alguien tuvo la pésima idea de dejarles también varias botellas de vino. A la tarde, los enanos estaban todos en pedo. Y lo demostraron de la peor forma: se sacaron la ropa y comenzaron a correr por el techo del teatro desnudos, gritándole obscenidades a la gente que estaba abajo en la vereda. Finalmente, la policía tuvo que subir al techo desde la misma calle usando escaleras, y bajar a los enanos borrachos en brazos. ¿Podría alguien, tal vez Walt en persona, haber previsto este desenlace? Es posible. Por suerte no sucedió: nos habría privado de esta historia espectacular.
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