Las Navidades nos invaden cada año con mayor precocidad: siempre se han empezado a ver turrones, decoración, anuncios y catálogos navideños a principios de diciembre, sin embargo, ya van unos cuantos años en los que la Navidad aparece a finales de noviembre, con sus innumerables campañas navideñas, sus característicos colores rojo, verde y dorado, y sus musiquillas en las que tintinean los cascabeles cada vez más fuertes a medida que avanza la Navidad. La Navidad llega envuelta de un halo dorado, inundando de alegría y felicidad aquellos lugares por donde pasa. Las ciudades se llenan de luz y color, y a pesar del frío que caracteriza estas fechas, es uno de los ambientes más cálidos y amistosos que conocemos. Con la Navidad, damos también la entrada al nuevo año, y es como estrenar una libreta nueva: a todos nos hace cierta ilusión. Es tiempo de estar en familia y amistad, fechas de armonía y comprensión, en las que reina la tolerancia y el amor por el prójimo. No hay cabida para los problemas, ya que todo se soluciona mediante el amor mutuo y, en Navidad, todo el mundo es capaz de compartir y ayudar al resto, y así cualquier cosa es posible. Bien, si esto fuese una locución en vez de un escrito, hasta ahora habría estado sonando una melodía dulce, con aires de melancolía, cascabeles y suaves notas la compondrían. Y ahora mismo se desataría el caos, sonaría el clásico efecto de “disco rallado”, empleado para crear un brusco cambio en el sentido del discurso, esto daría paso a una música estridente e infernal. La Navidad es maravillosa para la mayoría de los mortales, pero ¿cómo se vive realmente en las agencias publicitarias? En noviembre empiezan a llover encargos consistentes en felicitar las fiestas navideñas o el año nuevo, y cunde el pánico entre los integrantes de la agencia. Como cada año, todos los clientes nos piden algo en común: hay que buscar una idea novedosa, fresca e impactante para un sin fin de marcas de todo tipo de sectores. Los de cuentas no dan abasto en su recopilación de briefings navideños; los creativos se vuelven locos y se estiran de los pelos de ver cómo van a tener que estrujarse los sesos para dar con una idea brillante para cada uno de esos clientes (que llevan explotando los mismos conceptos desde el principio de los tiempos, de los cuales ya no se puede extraer más, pero en los que siguen insistiendo); los diseñadores lloran histéricamente ante tanta campanilla, muérdago, rojo, y verde, y la agencia entera parece ser un volcán en erupción. Para colmo, a pesar de proveer de felicitaciones navideñas a un montón de marcas, llegamos a mediados de diciembre y aun no tenemos la felicitación de la agencia. Vaya descuido, ¿cómo no va a felicitar una agencia las fiestas a sus clientes y seguidores? Pues nada, manos a la obra: que si un belén viviente, un árbol de navidad a tope de creatividad, convertir la agencia en el establecimiento más brillante y colorido de la zona… Y los discos de villancicos, esos que no falten nunca, todo es poco para celebrar estas fiestas que nos hacen perder los estribos. El resultado de todo esto es evidente: cuando llegan las Navidades los publicitarios están tan cansados de ellas (probablemente lleven ya entre uno y dos meses padeciéndolas), que no tienen ni ganas de celebrarlas, para ellos cerca de un tercio del año es Navidad, pasa a ser como una estación más, solo que mucho más intensa y desquiciante. Ha llegado el momento de ver en la calle todas sus obras navideñas, y eso al menos sí que les hace ilusión. No obstante, esa ilusión no tarda en desvanecerse cuando recuerdan el hecho de saber con certeza que en cada una de las comidas familiares a las que asistan tendrán que soportar y responder con su cara más amable a “La Pregunta”: ¿y este anuncio tan bonito de Coca – Cola lo has hecho tú?. No señora, que yo llegue a trabajar para esta marca es como si a su hijo el médico le diesen el Premio Nobel, algo posible pero improbable. Parece que el ser publicitario lleve implícito trabajar para todas esas grandes marcas que hacen anuncios espectaculares, que todo el mundo tiene en mente y que se pueden permitir salir en los medios y canales que prefieran ya que cuentan con un presupuesto que otras marcas ni soñarían. Nada más alejado de la realidad: estas marcas son pocas, y se reparten entre las grandes agencias multinacionales, pero tenemos la suerte de que existan todo tipo de clientes que también necesitan comunicar sus mensajes y promocionar sus marcas. Esto es algo que los publicitarios de todo el mundo se ven obligados a explicar en cada comida familiar, y por desgracia, para acabar de darle el toque de gracia a las Navidades, tanto las comidas familiares como la dichosa pregunta se presentan más frecuentemente en Navidad, esa maravillosa época que supuestamente fomenta el amor y en la que la gente adora estar en familia. Cuando acaban las fiestas, en parte todos lo agradecemos: empezar un nuevo año cargados de ilusión, poner fin a las abundantes y copiosas comidas navideñas, volver a tener una casa normal en la que no parezca que vivan los elfos de Papá Noel… En fin, en los publicitarios este sentimiento se magnifica: es el momento del año en el que más tiempo queda para volver a enfrentarse a todo aquello que han acabado odiando por presentarse año tras año de manera tan repetitiva, y es un sentimiento que cualquiera en su sano juicio amaría. Imagen cortesía de iStock
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