Miramos el teléfono una media de 150 veces al día, además del resto de información que nos llega desde otros dispositivos electrónicos, como la tablet, el smart watch, etc. Pero no son los únicos dispositivos que viven con nosotros, también se encuentran el resto de wereables que se integran en las prendas de vestir en algunos casos siendo útiles y en otro un gadget más para mostrar el status tecnológico. Estamos en un momento en el que la tecnología se empieza a integrar en nuestra forma de vida. Una mejor comunicación y nuevos conceptos de ocio son la opciones principales, pero también existen otras posibilidades que se están explorando cómo mejorar nuestras habilidades físicas, mejorando nuestra visión con el zoom de la cámara, por ejemplo Este tipo de reflexiones en torno a la tecnología, la desarrolla el transhumanismo, una corriente cultural e intelectual que surgió en la década de los 60. Su objetivo consiste en conocer si la condición humana se puede transformar mediante el desarrollo y fabricación de tecnología. Y si esta puede mejorar al ser humano en sus capacidades físicas psicológicas e intelectuales. Toda la tecnología que nos rodea influye en la sociedad en la que vivimos, en ocasiones, más rápido de lo que la propia sociedad puede asimilar en tan poco tiempo. Esta transformación da lugar a situaciones que ponen de manifiesto la vulnerabilidad del derecho a la privacidad del individuo a utilizar esta tecnología. De repente un día nos despertamos y estamos invadidos de dispositivos, una pulsera que nos mide las pulsaciones, una tablet para leer el periódico, una aplicación que te dice que tienes que comer y todos ellos están conectados a internet. Por un momento nos olvidamos que la información que ofrecen estos dispositivos es recíproca. A la vez que nos informa de nuestros intereses, recopila nuestros deseos e inquietudes. Las empresas que distribuyen los dispositivos y las operadoras que alquilan el servicio telefónico aseguran que los datos del usuario son anónimos y que el usuario como individuo personal carece de interés. Pero el valor que adquiere como masa crítica que consume y opina, es muy interesante para las empresas y gobiernos. Este es un pacto relativamente consensuado entre el usuario y las empresas, como es el caso de los e-mail que ofrecen los grandes buscadores de internet. Nos ofrecen sus servicios de almacenamiento a cambio de los datos que cedemos cuando aceptamos los términos y condiciones de usuario. Pero en el caso de la compra de un smartphone es diferente, el precio que se paga por un dispositivo de última generación es bastante elevado. Cuando lo compramos es de nuestra propiedad, y aun así, para encenderlo tenemos que firmar una serie de términos y condiciones para que nuestros datos sean usados sin ningún intercambio ni servicio adicional o gratuito. Tal vez el usuario quiera utilizar sus datos de diferentes maneras, tal vez vendiendo sus datos a empresas que destilen información con sus sistemas de Big Data o tal vez liberándolos dentro de la comunidad Open Data para que científicos y universidades puedan investigar con estos datos y participar de una forma activa en estudios sociales, demográficos, etc. Estudios públicos para su libre uso en la comunidad de internet. Como usuarios debemos exigir que los smartphones en vez de tener herramientas inútiles, tengan la capacidad de asegurar tus datos, así como la forma de poder gestionarlos en caso de querer hacer uso de ellos. Parece necesario el desarrollo de una “ tecno-ética “ que dé lugar a una legislación a la altura de la necesidades que demanda la sociedad. El poder de la información reside en el uso que se hace de ella.
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