Llevamos tantos años hablando de la brecha digital que ya no recordamos cuando vivíamos sin ella. Parece extraño que viviendo ya este 2015 siga existiendo, al menos en los países que consideramos del primer mundo, una brecha digital, es decir, una diferenciación socieconómica entre los grupos que tienen acceso a Internet y los que no y también entre los que son capaces de gestionar y desenvolverse con las TIC (Tecnologías de la Información y el Conocimiento) y los que no disponen de o entienden estos nuevos canales. Recordemos que la gran Odisea 2 de Arthur C. Clarke se quedó en 2010 y que ese futuro tan embriagador y atractivo reflejado en Regreso al Futuro II se fechaba en 2015. No es que tengamos que basarnos en el cine para entender lo que sucede hoy día pero si es cierto que el séptimo arte no suele ir muy desencaminado en cuanto a avances tecnológicos y a previsión cumplida de acontecimientos a futuro. Pero la realidad siempre nos supera y para muchos, nuestro afán por tener un monopatín volador no es tanto como desear que las empresas usen con eficiencia el correo electrónico. Y aunque el Delorean es un deseo que muchos querríamos ver convertido en realidad y tener la oportunidad de probar, nos conformamos con que las empresas empiecen a entender la profundidad de las redes sociales como herramientas difusoras de marca y generadoras de visibilidad. Por ello, y si se vive a diario el vector de crecimiento de las empresas, vemos por su momento de inercia que, la famosa brecha digital es, en realidad, una brecha cognitiva. Y con ello volvemos, como siempre, a las personas porque seamos serios, no hay nadie más. Y como personas no gestionamos nada bien la carga de culpa siendo una de las asignaturas pendientes de la humanidad y es mucho más fácil culpar a cualquier otra cosa que reconocer no saber muy bien cómo enviar un correo electrónico. Pero hasta que no seamos conscientes de nuestras carencias, no podremos enfilar nuestras virtudes. Tenemos las herramientas, los medios y el entorno pero en nuestro particular “primer mundo” sigue habiendo mucha brecha digital y las razones son simples y arcaicas: el mal de la incomprensión y la incongruencia de opinión. El mal de la incomprensión nace de la inquietud del aprendizaje. En general aprendemos lo que queremos o lo que nuestra profesión nos obliga. Sin embargo, cuando gestionamos nuestro propio negocio y la voluntad es casi el único catalizador para aprender, parece ser que el día a día nos consume y los resultados son muy distintos. Por desgracia, lo único continuo en la ya famosa formación continua ha sido su casi nula continuidad. Y la incongruencia de opinión se alimenta del miedo al qué dirán y nos coloca como seres dubitativos capaces de desacreditarnos a nosotros mismos defendiendo dos posturas opuestas. No es nada raro escuchar a alguien quejarse con ahínco que su empresa no vende y ser, a la vez, defensor de la “inutilidad” de Internet para como canal de venta. ¿Por qué somos tan limitados cuando nuestra mente alberga universos de ideas? ¿Por qué nos mostramos tan rígidos cuando el mundo que vivimos nos dota de medios para ser plenamente flexibles? ¿Qué hace que usemos la contradicción contra nosotros mismos dependiendo de si defendemos o atacamos una postura? Este 2015 debe ser el año de la brecha porque llevamos demasiado tiempo y recursos invertidos uniendo personas, tecnología y conocimiento como para estar aún en los márgenes de un río cada día más caudaloso. Entender nuestras limitaciones, cambiar nuestro punto de vista respecto a Internet y las TIC, adquirir conciencia de que lo único que no cambia es el cambio y que nuestro cliente sí ha superado ya la brecha digital, son vagones de un tren que no podemos dejar pasar porque no va a pasar otro. ¿Por qué se piensa que un taller de recambio de neumáticos no puede tener una estructura de Social Media que le permita acceder a un enorme volumen de clientes potenciales que, a través el boca-oído o de los folletos es incapaz siquiera de soñar? ¿Por qué una empresa de carpintería metálica no puede tener una aplicación en el móvil para hacer presupuestos? ¿Qué impide a una cristalería que sus clientes opinen de la calidad del servicio postventa a través de su página web? Las preguntas se acumulan y no hay respuestas adecuadas porque Internet, las Redes Sociales, las Tecnologías de la Información y el Conocimiento y demás medios tildados de culpables de la brecha digital no son los causantes del efecto, porque en realidad no son sectoriales, ni volumétricos en facturación, ni demográficas en sexo ni edad, ni alienables por costes ni clasistas porque son graduales y adaptables en comprensión. Son, simplemente, propuestas de sentido común afectas por el conocimiento de cada uno y amantes del crecimiento personal. En esencia, lo mismo que aprender a conducir o hacer deporte. Por ello, si queremos, podemos.
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