Al llegar a las calles invadidas de puestos en la ciudad de México, donde los vendedores ambulantes son permitidos, el bullicio es el protagonista de la escalera por las formas publicitarias y de comunicación que ahí surgen. Sobre todo en temporadas altas como día de muertos, navidad, día de las madres o inicio de ciclo escolar, los gritos y las cartulinas de colores indican la temporada en que el mexicano satisface sus necesidades a buen precio y con instinto regateador. Las masas de la capital tienen siempre un semblante opaco, basta verlas en el “Metro” o en las “peseras”, pero entre los puestos y los vendedores se visten de colores. Se disfruta de los momentos de compra, de las chatarrillas que venden por ahí y de un día entero dedicado a las compras. Pero lo más interesante de observar son los vendedores. A todo pulmón y con miradas retadoras hacia el puesto vecino, intentan llamar la atención de las personas. Desde un tradicional “¿qué va a llevar güerita?” hasta un piropo a la hija guapa de la señora que está al lado, son buenas tácticas. Hay otros más creativos que desde lo alto de una escalera gritan al hervidero de la compra un “oye” o un “pssst-pssst” para personalizar su mensaje. Quienes transitan seguido por esas calles saben de lo que se trata, pero no falta el despistado que voltee para recibir una oferta o una invitación a la compra. Otra manera de comunicación son los mensajes de las cartulinas fosforescentes. Con juegos de palabras, groserías, albures y mensajes sorpresivos como “3 pares por 20 pesos. Ta cabrón!” capturas las vistas dispersas. Lo más importante es el énfasis en el precio o en la ‘calidá’. Los olores también son un buen motivador, pero para los capitalinos que tienen el olfato destrozado por el smog no es una buena técnica. Sin embargo, para los foráneos son buenas tácticas. Así, las albricias se comparten por los satisfechos vendedores con los últimos rayos del sol y por los regocijos de los compradores que han adquirido un producto con un símbolo parecido al original o que cubra sus necesidades inmediatas. Bien lo dice José Juan Tablada:
«El Tianguis…del convento arcaico al Corral del Consejo es, al solar reflejo, palpitante mosaico…
De los indios contentos, en los rostros de terracota la plácida sonrisa brota de la Diosa de los Mantenimientos.»
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