Hay varios factores que hacen que cuando vemos una película de Woody Allen, sepamos casi de inmediato que es de él. Los diálogos, la música, los escenarios, los célebres actores que siempre quieren trabajar con él. Pero en realidad, ese reconocimiento de que un filme es del neoyorquino empieza desde los títulos de sus películas, que son iguales desde hace cuatro décadas: fondo negro, tipografía blanca. ¿Cuál es esa tipografía? Se llama Windsor, es británica y fue creada por Eleisha Pechy a fines del siglo 19. Durante la infancia de Woody, esta fuente fue muy popular en publicidad y packaging, por lo que es lógico suponer que al director siempre le resultó familiar; la Windsor se inspiró en el movimiento Art Nouveau y siguió siendo utilizada en gráfica hasta la década de 1970. La historia sobre cómo y por qué Woody eligió la Windsor es curiosa y, al mismo tiempo, representativa de la actitud del director. Parece que el célebre tipógrafo Ed Benguiat, diseñador de más de 600 fuentes, incluida la que lleva su nombre, solía desayunar en un restaurante de New Jersey también frecuentado por un joven Allen. Una mañana, Woody se le acercó y, conocedor del oficio de Benguiat, le preguntó qué tipografía le parecía buena. El diseñador respondió lo primero que le vino a la cabeza: que a él le gustaba la Windsor. Y eso fue todo. Allen comenzó a aplicar la fuente en los títulos de sus filmes y nunca dejó de hacerlo. (Por suerte para todos, a Benguiat no se le ocurrió responder que le gustaba la Comic Sans.) Esa aplicación de la Windsor es siempre la misma: en blanco sobre fondo negro; los títulos están centrados; nunca hay animación en las placas, sino que aparecen, permanecen unos segundos y cortan al siguiente título. En general suena música de fondo (casi siempre alguna pieza de jazz clásico), a veces se escucha diálogo (como en “Midnight in Paris”) y a veces solo silencio (“Annie Hall”). No hay información sobre los personajes, ninguna narración, ninguna clave visual sobre de qué va la película. Los títulos, en definitiva, van por afuera de la historia que se cuenta con la probable intención de que pasen rápido para entrar de una vez en lo que importa. Sin embargo, un artículo del Telegraph señala que a estos títulos no les falta emoción, ya que están comunicando un estado de ánimo: la nostalgia. De hecho, el formato recuerda a las placas de diálogo del cine mudo; como para reafirmar esta característica, en la extraordinaria “Hannah and her Sisters” hay placas que anuncian cada segmento de la película. Esa nostalgia es casi siempre parte de la obra de Woody, que filmó películas en blanco y negro, dramas de época, comedias musicales a la antigua, y hasta viajes en el tiempo. Incluso sus obras modernas hacen referencias a la cultura del pasado (el coro griego de “Mighty Aphrodite”, sin ir más lejos). Tal vez lo más notable de la cuestión de los títulos diseñados en tipografía Windsor, sea que con algo tan simple Woody haya logrado el reconocimiento instantáneo de que una película es de él, y que haya suscitado homenajes (¿o robos?) como el comienzo de “When Harry Met Sally…” de Rob Reiner. La razón, entre otras, es la constancia del director para mantener esa firma (algo que a más de una marca le convendría incorporar). Esa constancia merece un premio, y ese premio, según el amigo Maxi Sánchez Correa, a quien le conté esta historia, podría ser dejar de llamar Windsor a la tipografía y denominarla Woody Allen. ¿Se imaginan plantar un texto en Woody Allen Italic? Yo sí. (Fuente: Telegraph.co.uk)
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