Todos nacemos creativos; cada uno de nosotros cuando éramos pequeños recibimos una caja de lápices o crayolas. Luego, al crecer, tomamos distancia de los lápices de colores como si al tocarlos fuéramos a enfermarnos o pescar algún virus; en cambio, elegimos atiborrar nuestro cerebro con matemática, lengua y lógica. ¿Tienes ganas de hacer algo? ¿Te gustaría regresar a tus lápices de colores? Sólo son lápices de colores, ¿por qué temerles?, ¿por qué prejuzgar o considerar que no eres un buen dibujante? ¿Cuál o qué es lo que te impide ir por una hoja en blanco? ¿Sabes si eres bueno o no?, ¿acaso importa ahora? Deja la voz de adulto y libera la voz del niño que amaba jugar con crayolas. Juega, diviértete y déjate llevar por el proceso. Asume el compromiso de conocerte más a ti mismo. Cambia de hábitos y acompaña tu motivación con vivencias que cultiven tu curiosidad y tu imaginación. Sigue adelante y haz algo. Si esperas ser «descubierto» por la inspiración, déjame decir que probablemente te decepciones. Nadie descubre nada de repente. Las vivencias desarrollan nuestras habilidades, alimentando nuestras respuestas emotivas cotidianas. Las ideas se construyen con voluntad, pasión y perseverancia. Las ideas nos comprometen a tomar una hoja en blanco y dibujar con los lápices de colores. Inicialmente puede dar miedo pero se va diluyendo al trabajarlas. Todas las personas pueden lograr sus ideas si las desean, las creen y toman las crayolas y construyen sobre la hoja en blanco. Las ideas no determinan hasta dónde llegaremos; la pasión de vivirlas es el motor que define si le damos color a la hoja en blanco. La pasión nos transforma en actores en vez de espectadores de un dibujante. ¿Dibujante o espectador? ¿Hoja en blanco u hoja con color? ¿Qué rol elegir para tu vida? Imagen cortesía de iStock
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