Cada vez que le presentas una idea a un cliente, es como si presentaras a un hijo en sociedad. Quieres que les guste, quieres que lo quieran tanto como tú, quieres que salten de felicidad y te abracen. La realidad es que cuando presentas una idea, te expones a lo que sea. Por más que estés seguro, por más genial que te parezca, puede ser que a los clientes no les parezca lo suficientemente buena, que no la entiendan, que les parezca muy arriesgada, o poco arriesgada. Que sientan que no está en brief o que vieron una mejor. Puede ser, simplemente, que no la entiendan como tú o incluso que la odien. También, si lo haces muy bien, puede ser que les guste, que sonrían o, si tienes suerte, incluso que aplaudan. El hecho es que cuando presentas una idea tienes que estar dispuesto a recibir de buena gana cualquiera que sea la reacción y tienes que ser muy buen amigo de la frustración y entender que a veces, muchas veces, «tus hijos» pueden no gustar y que tendrás que volver a empezar de cero, otra vez, pero además con la terrible sensación de fracaso sobre tu espalda. A mí me ha tocado de todo y, 25 años después, ya son pocas, muy pocas las cosas que me sorprenden, para bien o para mal. Pero esta mañana fue distinto. Esta mañana presentamos una idea que nos encanta a un cliente en un pitch. Una idea muy emocional, de ésas que sientes que pueden trascender y tocar la vida de la gente. Y sucedió algo mágico, a lo que es imposible mantenerse indiferente. Presentamos la idea y ahí, en ese momento, dos de las tres personas que la escucharon, lloraron de emoción. Y cuando digo lloraron, lo digo literalmente. Uno puede argumentar que a veces las mujeres están muy sensibles, uno puede argumentar lo que sea. Sé también que el que hayan llorado no quiere decir ni mucho menos que vayamos a ganar o no ese pitch, pero sí que, definitivamente, vale mucho la pena esforzarte por hacer siempre el mejor trabajo que puedas hacer. Por escribir ideas que te hagan sentir muy orgulloso de ti mismo y de tu equipo y por no tener nunca miedo de exponerte ni de exponerlas ante un cliente, por difícil que parezca, independientemente de la reacción que puedan causar. Los que estuvimos ahí hoy vivimos algo mágico que al menos a mí me hace creer en lo que hago y en por qué lo hago. Generar ideas es un trabajo increíble. De los más increíbles que existen. Si te dedicas a esto, recuérdalo cada vez que estés frente a la compu en blanco, o frente a una hoja de papel por llenar, porque eres muy afortunado de poder trabajar en algo que puede tocar para bien la vida de la gente. Ganemos o no, hoy ganamos.
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