Café en mano. El lápiz encima del papel sobre el cuál se suponía que escribiría este artículo. Al fondo se podía escuchar la música de la cafetería donde me encontraba; como estaba sentada en las mesas de afuera, el sonido era tenue, relajante. Seguía la letra de la canción en mi mente mientras daba pequeños sorbos al vaso de papel, estaba muy caliente, tal y como me gusta. Era una tarde bastante tranquila, como es de esperarse que sean un martes a las 4pm. El tráfico habitual parecía reducirse poco a poco, algo así como la tranquilidad antes de la tormenta. Me atrapaban por momentos las pequeñas conversaciones de las personas que transitaban cerca y a partir de ellas creaba pequeñas historias. Me entretenía sola.
“… que eres el centro de mi universo, cada vez que sueño con tus besos me ilumina un sentimiento…”.
La canción parecía no terminar y las manijas del reloj se desaceleraron, permitiéndome disfrutar más y más de este pequeño momento dedicado a mi. Mi propósito era escribir, claro, pero qué perfecto el atardecer, qué delicioso sentir cómo el cielo se transforma delante de mis ojos mientras disfruto del café. Mis ojos se adormecen, me siento feliz, tranquila y en paz. Qué perfecto es dedicarse segundos, qué gratificante es saber que solo existes tú y nada más que tu calma.
Los buses dejaban personas al otro lado de la calle. Bajaban de todo tipo: altos, bajos, flacos, gordos… Siempre he tenido una afición, algo así como un guilty pleasure al ver cómo los amortiguadores de un auto suben a su tamaño normal cuando las personas se bajan del mismo, no sé, parece como que suspiraron aliviados. Yo y mis manías de ver todo con asombro. Llamó mi atención la manera en la que el bus arrancó; en mi país es común el decir “pie derecho” al bajar del mismo ya que arrancan antes de que hayas puesto un pie en el suelo. Este, por otro lado, tuvo toda la calma y paciencia en dejar que los pasajeros se acomoden para así poder arrancar. Es posible que la tarde sea mágica para todos, no solo para mi.
Mi café se enfriaba poco a poco a medida que las nubes tapaban el horizonte, y al bajar el sol lentamente noté cómo las voces se elevaban, los pitos retumbaban y el tránsito incrementaba, como si esta estrella se llevara lo mejor de nosotros, nuestra calma. Me despedí de él, queriendo prometerle una tarde más, pero sé que el tiempo no apremia a un publicista, hoy tengo tiempo, mañana no lo creo.
Tomé el lápiz e intenté inundar mi mente en lo que se suponía que debía escribir. Nada se me ocurrió, entonces cerré mi pequeño cuaderno y regresar a mi auto. La noche había llegado.
Y bueno, ¿por qué vine? A escribir, claro, a demostrarles de primera mano que el storytelling es el principal recurso de la publicidad, y que quienes la utilizan están al servicio de la audiencia ya que lo único que buscan es entretener por medio de grandes o pequeñas historias, pero ¿saben qué? Creo que acabo de hacerlo.
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