No es novedad que me asalte un pensamiento en medio del tráfico al observar una palabra en la calle y tuitearla en forma de palíndromo. Descubrir un lado opuesto de las cosas es algo que todos hacemos de vez en cuando, ya sea consciente o inconscientemente y que, si no es así, debiéramos de hacerlo más seguido.
Un creativo hace poco me recordó aquél viejo aforismo que reza “piensa al revés” y aunque estoy de acuerdo con la anterior aseveración, escucharla durante tanto tiempo, ha provocado en mí cierta disminución de su virtud.
Dicen que no hay nada nuevo bajo el Sol, y en eso estoy de acuerdo, en lo que difiero es la manera en la que cada quien experimenta todo a su alrededor. La cultura nos ha dictado el estado de las cosas y hemos hecho designio de ellas con base a esta herencia cultural.
Pensar igual a los demás es lo esperado de nosotros en una sociedad que exige máxima productividad en masa. La academia nos amolda como piezas para embonar en un rompecabezas corporativo, que más allá de demandar personas, requieren robots. La buena noticia es que existen formas alternativas para mantener el músculo creativo ejercitado y siempre ávido de aprendizaje.
Nuestro cerebro no trabaja de manera lineal sino en red, millones de conexiones nerviosas que van y vienen en asociación libre, y es el pensamiento crítico el que actúa como cedazo al momento de tomar decisiones. En ese sentido, pensar al revés entonces no tendría que ser hacia atrás, más bien diferente a lo acostumbrado… la disrupción. Lograr resultados extraordinarios requiere romper ciertos paradigmas del proceso creativo.
El binomio de agencia-cliente tiene mucho que ver con ideas disruptivas aunque no lo creas. Si logramos convencer a nuestro cliente de nuestra original y práctica idea para que sea apta de implementarse, entonces la creatividad habrá triunfado. Frecuentemente los clientes recurren a los creativos para obtener “ideas innovadoras” cuya marca necesita, y casi siempre, estas ideas están en ellos mismos mas no logran verlas por seguir pensando igual, es ahí donde está nuestra aportación. La innovación nace al cambiar la manera habitual de estudiar las cosas.
En relación con lo anterior, acá te dejo algunos ejercicios básicos de pensamiento disruptivo para potenciar tu creatividad.
Empieza por el final
Como sucedió en la cómica The Hangover o en la desesperante Irreversible –sólo por citar algunas- comienza con el resultado para después deshilvanar el hilo del proceso hasta el origen. Retroceder en el tiempo e ir en reversa podría arrojar algunas soluciones inusuales.
Cambia de piel
Personifícate como otro sujeto totalmente opuesto a ti y haz ejercicios proyectivos de cómo te gustaría que te hablaran. Empatizar con distintos perfiles de tu buyer persona quizá te ofrezca puntos de vista que no habrías obtenido pensando de manera ordinaria.
Desordena las cosas
Revuelve, retrocede, regresa y vuelve a comenzar. Uno de los recursos que más utilizo a la hora de generar nuevas ideas –ej. naming de productos- son los anagramas. En ellos encuentro una fuente inagotable de posibilidades que destapan cloacas ocultas muy útiles en ocasiones.
Busca preguntas no respuestas
Anteriormente ya habíamos tocado el tema del Método Socrático para analizar conceptos y llegar a conclusiones esclarecedoras mediante preguntas. Asúmete ignorante en toda materia y nunca dejes de buscar. El verdadero aprendizaje está en el desarrollo de tu trabajo y encontrar una solución es sólo el indicador de la efectividad de tu proceso.
En conclusión, cuestiona siempre tu modo de pensar y busca bifurcaciones en el camino, la manera en la que acostumbramos buscar soluciones de seguro no es la mejor. Reinventa tus procesos y como dijo alguna vez En Vogue… “Free your mind and the rest will follow”
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