Estamos aquí reunidos para recordar a aquél que nos enseñó, nos acompañó y seguirá con nosotros todos los días de nuestras vidas…
Es verdad, no hay que ser fatalistas, sin embargo, es cierto y el diagnóstico es ineludible: la publicidad ha muerto. Bueno, al menos la convencional y de la que todos en mi generación y aquellas pasadas estamos acostumbrados, de la que aprendimos y que aparentemente nos persigue como fantasma de las navidades pasadas. Esa publicidad en donde las marcas se pelean por visibilidad y espacios o medios “distintos” para impactar al cliente. Esa misma publicidad de los vendedores ambulantes, de la entrega de volantes, sampling, cabezas de góndola y jingles.
Vamos a fijarnos bien en aquella reliquia: ¡era un monstruo de miles de cabezas! ¿Cómo pudimos ser tan cínicos y exponer a nuestro consumidor a tal criatura? Yo tengo la respuesta: era lo que había. A medida que avanzan los medios y formatos la creatividad publicitaria ha ido despegando y acaparando a aquella que definitivamente ya no tiene cabida en el mundo actual. Francamente, la que existe el día de hoy, esa mutación perfecta de la anterior mencionado engendro, me parece simple y sencillamente preciosa.
¿Cuál es la diferencia? La primera, con la que forjé mis primeros pasos en el mundo de la creatividad, es básicamente un animalito escupe fuego y hambriento por terminología como “oferta”, “demanda”, “precios bajos”, y lo único que hace es repetir el nombre de su anunciante una y otra vez como máquina dañada. La segunda, por otro lado, es una criatura mitológica tan bien pensada que al momento de atacar al cliente, el mismo ni siquiera se da cuenta y a los pocos minutos ya se encuentra embadurnado en su encanto, como con el canto de una sirena; ¿ven la diferencia? Claro como el agua, ¿verdad?
La publicidad de ahora es diferente a la anterior, eso ha quedado bastante claro, pero, ¿por qué o cómo ha cambiado? Porque la que vivimos el día de hoy hace exactamente lo mismo que yo he intentado en este espacio: vive del storytelling. Los creativos en la actualidad no se conforman con crear un mensaje de marca que cumpla con los objetivos de la empresa, ¡tiene que impactar, tiene que ir mucho más allá! Y no, no quieren solamente ganar un león u obtener el aplauso más sonado del público: se basa en experiencias, es sacado de lo más escondido de las emociones humanas y cuenta una historia con la que todos nos podemos relacionar.
No nos damos cuenta de que es publicidad hasta que esta termina con un “wow moment” en donde tu cerebro une la historia que acabas de ver con el claim de una marca y dices “eso fue genial”. Sin ir muy lejos, este año hubieron tantos casos ganadores en Cannes que fueron pensados como una experiencia diferente para sus consumidores, ¿vieron aquél del ministerio de un país en Europa? Era una PELÍCULA protagonizada por el mismo Liam Hemsworth promocionando el turismo. ¡Duh! Sin darte cuenta estabas consumiendo uno de los comerciales más grandes y mejor producidos en el mundo.
Imagínate lo divertido que debe ser crear contenido que en realidad es publicidad. ¡Es de locos! Y de publicista a publicista: en este mundo creativo a todos debería faltarnos un tornillo. Entonces, ¿queremos mantener viva a la publicidad vieja? ¡No! Sólo queremos enterrar su cadáver 5000 metros bajo tierra y disfrutar de su herencia. Vamos a crear sin querer y divertirnos con lo que tenemos que para eso hemos venido.
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