Desde el primer momento en el que pisamos el aula universitaria, empezamos a ser educados en la ley del máximo esfuerzo o, más bien, en la del sacrificio supremo. Nuestros profesores, que seguramente fueron publicitarios activos hace algún tiempo o lo seguirán siendo, se encargan de grabar a fuego en nuestras jóvenes mentes que, si quieres tener una jornada de 8 horas estrictas y pasar tiempo con los tuyos, mejor cambies de profesión. Nos enseñan que si quieres ser publicitario (sin importar la rama, aunque especialmente en el área de creatividad y producción), tienes que llorar sangre cuando, después de una semana sin dormir, tus párpados se reencuentren en un cálido abrazo y tú puedas irte a dormir. Si no exudas sangre, no habrá sueño reparador. También aprendemos, tarde o temprano, que además debemos estar orgullosos de esta situación. Si tu pecho no está a punto de estallar de satisfacción cada vez que asumes que hoy también te tocará pasar por el aro y perderte ese plan que habías organizado, es que no naciste para ser publicitario. ¿Nos hemos vuelto locos? No hay publicitario que se precie que no haga más horas de las que sana y productivamente puede. De hecho, si sigues esta filosofía, cuando lleves unos años en el sector sabrás hacer, literalmente, “más horas que un reloj”. Ojo, que los fines de semana, por lo general (y siempre que no haya un rodaje o un imprevisto de viernes a última hora), los podrás pasar en tu casa, con los tuyos. Aunque seguramente, mientras el resto disfruta de la película del domingo, tú deberás disfrutar de echarle un ojo a ese nuevo briefing o de programar esas publicaciones pendientes. Viene a ser el equivalente a ir a un local de comida rápida y pedirte una ensalada, que muy probablemente dará asco, asegurándole al resto que lo haces por apetencia y placer, no porque estés a dieta. Pero, ¿cuántas veces os habré dicho en estos últimos años que la industria de la publicidad cambia a pasos agigantados y que, o nos sumamos al cambio, o nos bajamos del barco? Como todo en nuestra bella profesión, esta dantesca situación también está cambiando. Cada día somos más los que nos sublevamos y decidimos pisar el freno, sabemos que de las drogas se sale, incluso si la tuya es el trabajo, pero todo gran cambio necesita su tiempo y pasar por algunas fases: EL PRIMER PASO ES RECONOCERLO: diagnóstico y aceptación. Esta realidad que os acabo de resumir, puede estar bien durante unos años, hasta que un día te das cuenta de que te está costando la familia, los amigos, la salud e incluso esa pasión que te invadía antaño y que provocaba que tu creatividad estuviese a flor de piel. Y, entonces, dejas de verle la gracia, y también de reírselas a quien trata de esclavizarte, o a ese compañero que muestra orgulloso sus grilletes dorados, porque ya sabéis, en Publicidad todo es dorado y glamuroso, incluso tus sacrificios. Llegados a este punto, enhorabuena: eres un adicto al trabajo en vías de rehabilitarse. No has llegado a la meta, pero ya has oído el pistoletazo de salida y, seguramente, te habrás asustado y habrás encontrado ese sentimiento agridulce que surge cuando sabemos que queremos cambiar las cosas y que tenemos que hacerlo, pero no sabemos cómo hacerlo, ni siquiera por dónde empezar. Se agolparán en tu cabeza pensamientos como “¿está muriendo mi yo publicitario?”, “se supone que ya tendría que haber asumido que mi vida sería así, será mejor que me olvide de esta locura” o “cuando hable con mi jefe va a pulsar el botón secreto para alertar a seguridad mientras llama a emergencias para que alguien de un psiquiátrico venga a por mí”. No te preocupes, una vez hayas reconocido tu adicción, la siguiente fase será coser y cantar. NO HAY MAL QUE CIEN AÑOS DURE: proceso de desintoxicación. Lo más importante en este proceso es la terapia de grupo. Es primordial que cuando sientas que vas a recaer en tu adicción al trabajo ante la terrible sensación de estar haciendo algo mal, a pesar de estar haciendo lo justo y correcto, puedas rodearte de compañeros de profesión que estén andando el mismo camino que tú o que hayan pasado por este proceso antes y sean capaces de apoyarte. Aunque la ayuda de nuestros allegados sea incomparable, a veces los publicitarios necesitamos la opinión y el apoyo de otros profesionales como nosotros para estar seguros de que los que estamos mal no somos nosotros, sino el modelo publicitario y su filosofía de trabajo. Además, necesitarás una reorganización exhaustiva, tanto si trabajas por cuenta ajena como si eres autónomo: todos tenemos nuestros procesos de trabajo y nuestra manera de organizar el tiempo. Hasta ahora, probablemente, en esos plannings no había cabida para tu tiempo de ocio y descanso, por lo que deberás contar contigo mismo como si fueses otro cliente más con sus deadlines que, sí o sí, hay que cumplir. Por último, para llevar a cabo este cambio necesitarás establecer compromisos: contigo mismo, con tu jefe o clientes e incluso con tus compañeros. Aunque esta situación pueda resultar imponente, recuerda que no estás pidiendo ningún milagro y que, por lo general, “hablando se entiende la gente”, estoy segura de que conseguirás llegar a un acuerdo con todos ellos. BIENVENIDO DE NUEVO A LA REALIDAD: seguimiento tras la rehabilitación. Una vez que las toxinas de la droga laboral publicitaria hayan abandonado tu organismo, te convertirás en un publicitario rehabilitado que tratará de hacer ver su adicción a todo aquel que aún esté enfermo. Serás una especie de mesías que divulga su mensaje de liberación en el mundo publicitario y, como cualquier visionario, tendrás adeptos y detractores. Pasará un tiempo hasta que tus clientes, colaboradores o compañeros se adapten a tu nueva filosofía de trabajo, pero pronto habrás aplicado esta nueva metodología y podrás empezar a disfrutar de tu tiempo libre como no lo habías hecho en años. Redescubrirás las noches en familia, las cervezas frías con los amigos y la comida del domingo con tus padres o abuelos, y te darás cuenta de que se puede ser publicitario y, además, tener una vida. Los mantras publicitarios con los que hemos sido educados resonarán en tu cabeza. Al fin y al cabo, algo cambia en nuestro cerebro cuando nos convertimos en publicitarios. No obstante, serás capaz de racionalizarlos, no dejarás que te invada el pánico y sabrás organizarte para poder disfrutar de tu merecido descanso. Te aseguro que seguirán siendo más de una las noches que, irremediablemente, tengas que pasar en vela, pero ya no será una espiral infinita de la que sientes que no puedes salir. Aunque en ciertas temporadas la tentación de volver a las andadas sea demasiado fuerte, no recaigas y mantente firme, ya que cada día son más abundantes las empresas publicitarias y los clientes que abogan por la conciliación de la vida familiar y laboral, por lo que, si tu jefe, tus colaboradores o tus clientes piensan que estás loco, quizás sea el momento de buscar nuevas oportunidades.
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