“Los publicistas son seres malignos que manipulan nuestra mente y nos alejan del camino con su magia”. Palabras casi textuales de un predicador que puede escucharse en las mañanas de domingo en una de las tantas emisoras que hay. Es increíble cómo encontramos tantas personas que temen a los publicistas. El conocimiento que como profesionales acumulamos con el paso de los años en lo que respecta a psicología, sociología, antropología, biología, marketing, neuromarketing, diseño, entre otras disciplinas nos han convertido, por sobre todo, en unos lectores del entorno y las personas. Lo anterior, combinado con nuestra búsqueda de posicionar marcas, aumentar ventas y crear tendencias, nos ha labrado una reputación no muy admirable en la sociedad. A lo largo del tiempo he escuchado como nos llaman “simples vendedores”, manipuladores, creadores de necesidades, los que hacemos que la gente malgaste su dinero y la más reciente fue la de malignos y magos. ¿Podríamos decir que estos apodos nos los hemos ganado? Sería complicado decirlo a ciencia cierta. Gran parte de ellos han nacido del estereotipo del publicista y de la enorme importancia que han alcanzado los medios de comunicación hoy en día, sin mencionar las innumerables fallas éticas que ocurren a cada instante las cuales no solo tachan la imagen de aquel que cometió la falta, sino de todos los que pertenecemos al gremio. Es irónico decir que como publicistas nos hemos promocionado realmente mal y fuimos pieza crucial de la percepción que se tiene de nosotros. ¿Habrá alguna forma de cambiar nuestra imagen? Es claro que sí, pero el esfuerzo debe darse en cada rincón de nuestra profesión. Entender que nuestra labor debe girar entorno a un factor fundamental, la felicidad de las personas. No se trata de vender por vender y mucho menos de ofrecer productos que no sirven de nada. La clave del cambio gira en comprender el valor de los productos y servicios como una forma de hacer más llevaderos los días, cumplir sueños y mejorar la calidad de la vida de las personas, no sonsacar el dinero de los bolsillos. Nuestra labor tiene el potencial para cambiar vidas, percepciones y el porvenir. No desperdiciemos ese potencial. Imagen cortesía de Shutterstock
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