El anuncio del relanzamiento de la marca Hecho en México, como respuesta a las condiciones adversas que representa la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, plantea varios paradigmas a romper para quienes intenten posicionar la marca. Hablar y decretar la creación o revitalización de una marca no es lo mismo a lograr posicionarla y mucho menos a convertirla en un éxito, para eso se necesitan grandes estrategas de la publicidad, de las relaciones publicas, así como excelentes vendedores del proyecto. Lo primero es tener en claro que la marca México tiene dos mercados principales; el externo y el interno. Es importante ver que ninguno de los dos es un mercado fácil de conquistar, mucho menos ante ideas preconcebidas tanto al interior como al exterior sobre nuestro país. En cuanto al mercado interno, es importante pensar que la marca Hecho en México ya fracasó una vez. Y más importante es entender por qué fracasó. La respuesta se encuentra en el malinchismo mexicano y en la actuación del gobierno federal para la promoción de artículos y bienes de consumo provenientes del extranjero sobre todo a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El principal enemigo al interior del país de la marca México, es el consumidor mexicano y es a él a quien los diseñadores del nuevo Hecho en México, deben dirigirse. Habría que comenzar con una campaña que muestre porqué el trabajador mexicano atrajo a las maquiladoras de todo el mundo, no sólo por el bajo salario, ni por la cercanía de la frontera, sino porque esa mano de obra logró producir productos de alta calidad que influyeron de manera directa en el crecimiento de empresas y en su inversión en México, porque en México obreros, técnicos, especialistas y administradores realizan muchas veces un trabajo meticuloso, comprometido y dedicado que nada tiene que ver con la burocracia y la plutocracia que agobian al país. Lo Hecho en México, si quiere ser realmente un relanzamiento exitoso de la marca, debe demostrar ser más importante que actos y decretos oficiales y debe presumirnos a nosotros la calidad, variedad y funcionalidad de los productos mexicanos. Nuestra industria automotriz no es extraordinaria porque haya inversión de Ford o de Honda, ellos eligen México porque después de muchas décadas surtiendo partes mexicanas a esa industria, los empresarios, y los trabajadores mexicanos conocen perfectamente el mercado y producen con la calidad necesaria para los estándares internacionales. Nuestro conocimiento y las investigaciones sobre hidrocarburos eran punta de lanza a nivel mundial hasta que los gobiernos federales decidieron enterrar a la industria petrolera del país y ni qué decir de la capacidad y la solución a problemas de infraestructura de construcción que ha intentado ser anulada por favorecer a contratistas extranjeros. Y en el caso del mercado externo a pesar de los esfuerzos y logros de la Secretaría de Turismo en los últimos sexenios, que ha conseguido un incremento en el número de visitantes extranjeros inyectando una cantidad muy importante de recursos al sector, lo cierto es que la nota roja: el clima de inseguridad y los eventuales actos de violencia en contra de extranjeros en diferentes zonas turísticas del país, que además por lo general quedan sin resolver, han jugado en contra de los que podría haber sido una mucho mejor respuesta al colorido y bien hecho logo de México en las campañas de la Secretaría de Turismo. De acuerdo con un artículo publicado por Forbes, titulado: 5 claves para rescatar la marca México y firmado por José Roberto Arteaga, en 2013 México ocupaba el lugar 6 como marca entre los países de Latinoamérica, por debajo de Brasil, Argentina, Costa Rica, Chile y Perú. Sin embargo, han pasado cuatro años ya de eso y con los fracasos en materia de seguridad y de crecimiento es muy probable que ese lugar haya caído, sobre todo porque países como Panamá, Colombia o Uruguay han hecho un gran trabajo promocionando su marca. La marca México al exterior no es sólo la cándida imagen de calidez que brindan las campañas oficiales, también se basa en la calidad de nuestros productos y manufacturas, en ideas y talento que van desde la conquista en los últimos años del mercado de Hollywood con cineastas, cinefotógrafos, actores, actrices hasta la importancia del aguacate mexicano, de las marcas que se encuentran en las estanterías de Estados Unidos y Europa hasta las grandes trasnacionales que han hecho de México una marca de calidad en el exterior, como Bimbo, Cemex, ICA, Sigma alimentos y a las que el gobierno federal se ha empeñado en minimizar y menospreciar, nuestros pocos pero importantes científicos, nuestros beisbolistas y futbolistas en ligas extranjeras, en Checo Pérez que corre en la Fórmula 1. En nuestros escritores de fama mundial, nuestros pensadores, artistas gráficos, bailarines, músicos, arquitectos, construir la marca México no puede, no debe, no es difícil. La marca México requiere de una gran campaña en México y otra en el extranjero, y no me refiero a una campaña que surja del gobierno o de los intereses mezquinos de sólo unos, sino una marca que marque el orgullo que tenemos de ser la nación más importante de Latinoamérica, con el mayor número de habitantes, con el mayor número de hispanohablantes, con el mayor número de consumidores y de trabajadores de calidad. No se trata de un asunto simplemente de lo Hecho en México, si no de lo que hacemos y contribuimos en México al bienestar global y no al revés. Ahí está pues el reto para todos nosotros, para crear, difundir, pero sobretodo sentirnos orgullosos de la marca México.
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