Al escribir este artículo, el primer título que se me ocurrió fue “La innovación está sobrevalorada”. Paradójicamente, pensé que este nombre era lo suficientemente innovador y disruptivo como para generar una reacción e incitar a su lectura. ¿Qué creen? Este título ya existía. Alguien más ya lo había inventado. Ya no era innovador. Sin embargo, a pesar de que ya hay algunos artículos sobre el tema, es algo que me ha rondado la cabeza desde hace algún tiempo, y tampoco es algo de lo que se hable precisamente mucho. Así que, con todo y que el título ya existía, daré mi punto de vista. “La innovación está sobrevalorada” Esta frase representa todo lo contrario de lo que el ecosistema empresarial y emprendedor ha tratado de inculcarnos desde que éste existe por sí mismo. Todos queremos ser innovadores, y pareciera que ése es el objetivo central. Emprender se ha convertido en sinónimo de innovar. Durante toda mi carrera universitaria y posgrado pasé por un sinfín de materias donde el objetivo era crear algo innovador, que a nadie más se le ocurriera, encontrar el hilo negro que causara casi una revolución social que dividiera los tiempos en un antes y un después de nuestra innovación. (Yo le llamaría “Síndrome de Jesucristo”) A través de estos ejercicios de innovación pude ver, tanto de mis proyectos como de proyectos de compañeros y ahora colegas, algunas ideas increíbles, divertidas, originales, etc. Pero también durante ese recorrido pude ver cómo en el afán de crear la idea más innovadora, surgían un sinfín de ideas extrañas, algunas sin pies ni cabeza, en las que la necesidad o el deseo a satisfacer era más inventado que real y que, francamente, estarían destinadas al fracaso en cuanto pusieran un pie en el mercado real. Con esto no estoy diciendo que el pensar fuera de la caja sea una mala idea, ni es mi objetivo dar una visión retrógrada al respecto. Simplemente es hora de saber diferenciar la innovación forzada a un buen manejo de ideas y creatividad. Es importante saber qué quiere (y requiere) el mercado, y a partir de ahí desarrollar satisfactores, sin caer en el egoísmo de pensar que una de nuestras innovadoras ideas cambiará de golpe la forma de pensar de una sociedad, que, dicho sea de paso, lleva años formándose y no va a cambiar de la nada. Poniendo como ejemplo a Facebook, uno de los “inventos” más revolucionarios en las últimas décadas: antes de que esta plataforma viera la luz, tuvo incontables predecesores; otras redes sociales que, aunque no tuvieron el éxito esperado, empezaron a labrar el camino como pioneros. Innovar en un producto o servicio está bien, pero tal vez le estemos dando un peso que por sí mismo no se puede sostener, y que, en la búsqueda de la idea del millón, se dejan de lado oportunidades de ideas “no tan innovadoras” o “aburridas” que el mercado todavía demanda. En una época en la que casi todo está inventado, puede resultar sorprendente que lo verdaderamente sobresaliente sean las cosas más simples, que precisamente por su simpleza rechazamos de entrada. (Seguimos con la idea de que mientras más complicado o “sofisticado” parezca, es mejor) Por otro lado, la innovación en cuanto al proceso del desarrollo de la idea (por más simple que esta idea parezca en un inicio) puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. En un caso práctico, es más factible que un restaurante tradicional con una idea bien desarrollada tenga éxito, a que despunte un restaurante/spa/boutique/lavado de autos/estética (Idea innovadora, pero sin base alguna que sustente su éxito o sin siquiera una demanda real de mercado). Suena exagerado, pero les juro que he encontrado casos de “innovación” que no están muy alejados de este último ejemplo. Como menciona Daniel Cuñado en su blog, es necesario saber diferenciar de una innovación disruptiva a una innovación incremental, que es precisamente lo descrito en el párrafo pasado: una buena ejecución de ideas y mejoras en productos y servicios ya existentes. Habría que replantearse cómo debemos innovar; hacerlo con cautela, y tener en cuenta que en una época en la que la información y las ideas de mueven más rápido que un e-mail, el concepto de innovación se está saturando, al punto en caer en lo exagerado. Imagen cortesía de Shutterstock
Comentarios