En el mundo de mercadotecnia y publicidad siempre se han utilizado anglicismos; en el día a día de una agencia, la fecha límite de entrega se convierte en dead-line, el análisis previo de un cliente se convierte en brief, el redactor en copywritter, o simplemente, la mercadotecnia se vuelve marketing. Estamos acostumbrados a ello y lo hemos estado al punto de considerar que utilizar un anglicismo es mejor para una marca que utilizar su equivalente en español. El trasfondo es comprensible si pensamos en el inglés como una lengua adoptada como universal, y la estrategia de las marcas de mantener un nombre que tenga esta misma característica vuelve lógica la acción de elegir nombres en inglés. Solíamos pensar que un dentista representaba más prestigio si en lugar de un consultorio dental tenía un Smile Care Center, o un centro de entrenamiento daba mejores resultados o estaba mejor equipado si se trataba de un Fit Training Center. Sin embargo, desde hace ya algunos años ha habido una nueva y particular tendencia: Las nuevas marcas han apostado por nombres en español. Quienes se inclinan por esto utilizan nombres simples, fuertes y concisos que buscan transmitir una esencia 100% latina; nombres que generalmente conllevan un particular folklor y sabor latino, así como una fonética muy particular. ¿Te suena que un nombre popular para una panadería sea ahora Localito, Origen, Trigo u otro similar? De igual manera, una estética ha decidido tener por nombre La Chulería o María Bonita; Matasantos es una cerveza artesanal que toma de su nombre tanto fuerza como raíces, y La Malquerida es uno de los nombres que más nos suenan cuando de bares nuevos se trata. (Que, por cierto, ya no son bares, sino “cantinas”) Esta tendencia, al contrario de ver el fin de su auge, se encamina hacia un fortalecimiento cada vez mayor por la situación política y social actual que se vive: el viernes pasado, Donald Trump tomó posesión como presidente de los Estados Unidos, y con ello, vinieron actos de racismo contra la población hispano-hablante; como el cierre de la versión en español de la página de la Casa Blanca y la continua amenaza del famoso y temido muro fronterizo. Como contraparte positiva, esto ha traído consigo un nacionalismo renacido de los mexicanos y latinos en general, con voces de protesta hacia el consumo de productos estadounidenses cuyas empresas se han mostrado a favor de las políticas anti-latinos del nuevo presidente, así como una solidarización por parte de un sector importante de no-hispanos que rechazan estas políticas. La oleada de nuevas marcas con nombres en español, que empezó a darse antes de que esto sucediera, apunta ahora para ser más que nunca una muestra más de este nacionalismo renacido y el orgullo por nuestras raíces hispano-hablantes que no vamos a dejar de aprovechar. Y, viéndolo desde el punto de vista de la internacionalización de marcas, ¿a quién le va mal un exótico aire latino en mercados anglosajones? Imagen cortesía de Shutterstock
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