Con frecuencia se lee en los medios “los jóvenes de hoy no quieren trabajar, los millenials sólo quieren dinero y tiempo libre”. El incremento del freelancing, el emprendimiento y el homeoffice podrían ser usados como argumentos de esta crítica. Pareciera que los jóvenes de esta época huyen del trabajo tanto como pueden. En lo personal, no creo que sea así. Creo que los hechos tienen otra lectura: los jóvenes de hoy no quieren trabajar de la misma forma en la que lo hemos hecho por cientos de años. Los jóvenes de hoy no huyen del trabajo, huyen del trabajo como lo conocemos. Ellos quieren trabajar, pero de forma diferente. El ideal de un puesto en un gran corporativo transnacional ha dejado de ser el sueño de muchos. Las jornadas prolongadas, las cargas de trabajo interminables, las tareas rutinarias y poco retadoras, la burocracia y rigidez administrativa y los méritos no reconocidos representan la plaga actual del ámbito laboral de la cual muchos buscan huir desesperadamente. Las startups tienen la ventaja de tener una estructura más sencilla, ligera y sin tantas reglas, capaz de ofrecer una dinámica más agradable, aunque en sus inicios puedan haber pasado igualmente por jornadas y prácticas muy demandantes. Pero, ¿qué pasará cuando estas pequeñas y flexibles empresas crezcan y necesiten adoptar una nueva estructura, más compleja y con más reglas? o ¿qué pasará cuando un freelancer logre obtener tantos proyectos que requiera de un equipo de trabajo más grande y por ende, más reglas? ¿Sabrán cómo evitar los mismos vicios administrativos de las grandes empresas de las que alguna vez huyeron? Y aún más grave de convertirse en una empresa grande ¿volverían a huir? La pregunta central a la que quiero llegar es ¿cómo rompemos el círculo vicioso del trabajo indeseable? Resulta angustiante pensar que la felicidad laboral sólo puede encontrarse a nivel individual o microempresarial. No sólo por el reto que eso implica a nivel personal, pues ser un emprendedor o freelancer exitoso es todo menos fácil y en muchas ocasiones, la visualización paradisíaca de este proyecto de vida laboral toma bastante tiempo en concretarse. Además, la magnitud y complejidad de servicios a los que estamos acostumbrados y que están surgiendo hoy en día requieren justamente de estructuras grandes y complejas. En pocas palabras, es muy poco probable que las grandes empresas desaparezcan, no ahora ni en un futuro cercano. En un mundo donde las grandes empresas desaparecieran, no tendríamos acceso a medicamentos, tratamientos e instrumentos de vanguardia para curar algunas de las enfermedades más graves, transportes para trasladarnos a nuestro trabajo o al otro lado del mundo, una inmensa variedad de alimentos y condimentos, hasta nuestro tiempo de dispersión se vería afectado, no habría grandes casas productoras de cine o series, ni distribuidoras de los mismos, no más Netflix ni House of Cards para nosotros. Toda esta cantidad de productos y servicios nos permiten tener una vida mucho más libre y feliz, pues al tener ese abanico de opciones podemos diseñar de la manera más minuciosa nuestro estilo de vida. Criticamos a estas grandes empresas pero adoramos cómo mejoran, facilitan y enriquecen nuestras vidas. Sin embargo, esto no cesa las críticas a su administración, no tendría por qué, son contexto diferentes: administración, interno y producto o servicio, externo. Sin embargo, ante tal polémica, uno no puede evitar preguntarse: ¿si uno elige la estabilidad económica de un empleo, significa aceptar inevitablemente también la penitencia de un estilo de vida desmotivante? ¿Acaso ya no habrá empresas grandes a las cuales la gente aspire a ir a trabajar para aprender y crecer? El humo generado por la demolición de paradigmas obsoletos y disfuncionales dificulta ver el panorama de cómo podría desenvolverse el asunto, algo muy común en las épocas de transición. Sabemos que el modelo actual ya no funciona, pero aún no sabemos cómo debería ser el nuevo. El problema de la dinámica laboral puede tener un pronóstico mucho más esperanzador, si sabemos ajustar los engranes correctos. La innovación ha puesto sus ojos sobre la administración. Como siempre, la receta es diferente para cada paciente. Mientras que las grandes empresas deben ocuparse por cómo desarrollar planes para modificar, revitalizar y adaptar una compleja y arraigada estructura a la libertad y velocidad de cambio de hoy (curar), las startups deben preocuparse por cómo evitar caer en estos mismos vicios y diseñar un crecimiento progresivo que cree una dinámica laboral agradable y motivante (prevenir). El análisis suele torcerse hacia un lado, criticando y retando a las grandes empresas por haber caído en esos extremos de malas prácticas. Sin embargo, sin exculparlas de sus pecados, estas organizaciones no sabían que iban a llegar estos cambios de paradigmas, ellas solo crecieron (equivocándose y deformándose) de manera orgánica de acuerdo a los modelos conocidos en sus tiempos. Así funciona cualquier teoría, parece ser la correcta, hasta que un día demuestra ya no serlo y entonces hay que crear una nueva versión. Sin embargo, el reto más grande está sobre los hombros de las empresas más jóvenes, pues conociendo los errores de la administración laboral antigua, y teniendo ellos el campo virgen para empezar a sembrar prácticas funcionales, tienen la responsabilidad de no tropezar con la misma piedra. Dicho de otra forma, tienen la responsabilidad de empezar a construir una cultura laboral diferente. La adminsitración laboral apenas empieza a dar sus primeros pasos hacia una versión más saludable y motivante, pero sobre todo, más humana. Lo importante para lograr una transición exitosa es tener muy claro el panorama del mundo laboral en la actualidad y en sus años venideros, así como los retos que traerán consigo. Algunas de las vértebras de la columna que dará soporte y solidez a este nuevo modelo son: –Menos control, más autocontrol: Las empresas más innovadoras y con los equipos de trabajo más motivados y participativos en su desarrollo, se caracterizan por dar mayor libertad a sus empleados, brindándoles la confianza y los esquemas necesarios para desarrollar sus tareas en tiempo y forma. La base son los resultados. -Meritocracia: Las capacidades y logros de cada persona definen su éxito laboral, llámese asenso, nuevos proyectos, mayores responsabilidades o premios. Nuevamente, los resultados llevan la batuta. –Fomentar la creatividad: La creatividad se está convirtiendo en uno de los valores distintivos en las empresas exitosas. La existencia de esta habilidad entre los colaboradores, ya no puede ser cuestión de azar, su fomento y desarrollo también será responsabilidad de la empresa. –Flexibilidad de cambio: Adecuar las reglas y modelos de las empresa para tener la flexibilidad de cambiar junto con la economía y el mercado laboral, será básico para adaptarse a un mundo en constante cambio. La rigidez e inmutabilidad serán letales. –Trabajos automatizados: La sustitución de empleados por máquinas, es una tendencia creciente. Empezar a crear nuevos perfiles de puestos en los que la habilidad humana sea insustituible por máquinas, será una gran ventaja competitiva. El reto de la dinámica laboral debe ser redefinido: no se trata de crucificar a los grandes corporativos y poner en un altar a los emprendedores y freelancers. Se trata de diversificar nuestras opciones de forma de trabajo y renovar las existentes. Tenemos que lograr que el trabajo sea nuevamente atractivo e inspirador, en cualquier formato. Tenemos que rediseñar el trabajo.
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