La baraúnda de información produce incertidumbre, y la escasez de ésta produce sentimientos de soledad (Goebbels). El manejo de la información es el arte de provocar alegrías y tristezas y deseos (Spinoza) que moldeen la masa social, que la hagan apta para tal o cual acción política. La información, si oímos bien la palabra, forma, forja, esculpe. La información, cual mano invisible smithiana, no determina la riqueza de una nación, pero sí su opinión sobre la riqueza, siendo la tal opinión la reina de la sociedad, según conocida expresión de Pascal.
Importa más que la gente se crea rica y muy poco que no lo sea. Veamos: en el imaginario social hay conceptos sin objeto (expresiones que designan vacíos), objetos sin concepto (entes sin etiqueta lingüística), intuiciones sin objeto (percepciones vagas) y objetos sin objeto (materias informes, burdas) . Hemos usado una taxonomía de Kant.
¿Cuáles son los conceptos sin objeto? Los valores éticos, ideológicos, como los conceptos de Estado, de Riqueza, de Bienestar, que no pueden verse o medirse objetivamente, es decir, cuantitativamente, sino sólo por medio de la opinión pública.
¿Cuáles son los objetos sin concepto? Son las nuevas condiciones humanas que la ciudad procrea, como el individualismo (aislamiento), el arrabal o el suburbio (zonas etiquetadas con eufemismos).
¿Cuáles son las intuiciones sin objeto? Son los sentimientos nuevos, ora nacidos por el uso excesivo del internet, ora nacidos por el tráfico automotriz.
¿Y cuáles son los objetos sin objeto? Son las cosas que hacen falta y que imposible es, en apariencia, tener, tales como la seguridad social, la buena educación y demás servicios que el Estado, dicen, no puede brindar.
El propagandista, para aminorar la “disonancia”, es decir, la “incredulidad” del público, deberá enviar mensajes que palien indirectamente las problemáticas mentadas, y deberá dejar, de una vez por todas, de creer que el público es ingenuo.
Giovanni Cesareo, en un texto llamado `Televisión: la evasión y el rechazo´, ha dicho: “El telespectador, como se dice acertadamente, no es virgen cuando se sienta ante el televisor, ya que la realidad que lo circunda, el entrelazado de las relaciones sociales y el flujo de los `mensajes´ que proceden de otros medios de comunicación de masas contribuyen a condicionarlo y a influenciarlo”. ¡Acéptese!
Los medios de comunicación usan constantemente tres antídotos, tres fórmulas para calmar masas, a saber:
“En todos lados es igual”;
“Nunca tenemos lo que se quiere”;
“Quejarse no sirve”,
que traducidas, dicen:
“Lo particular es universal” (típico en el sur del país),
“Confórmense con lo que hay” (típico en el centro del país) y
“Hay que trabajar más y hablar menos” (típico en el norte del país).
La expresión primera, diría Marx, confunde lo analítico (lo que es, lo histórico) con lo sintético (lo que podría ser, lo poético, citando a Aristóteles), lo natural con lo artificial; la segunda habla de valores rurales, campesinos (“De sol a sol es tu jornada y tu jornal es el sudor”, dice un verso de Octavio Paz); y la tercera promueve la sumisión, la poca participación política, la anulación del habla. Sólo los propagandistas que conocen los espacios sociológicos, antropológicos, psicológicos, urbanos y cosmológicos que vive el público día a día, sabe lo que hace al enviar un mensaje.
Imagen cortesía de Fotolia.
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