Como fotógrafo, uno nunca deja de ser turista.
Se tiene la idea equivocada de que la fotografía de viaje es exclusiva de aquellos que dedican su vida a esta parte de la disciplina, pero lo cierto es que el fotógrafo que se encierra en un solo lugar difícilmente mejora sus capacidades.
No importa si hablamos de un fotógrafo de gastronomía, de moda, deportivo o de sucesos, el hecho de viajar tiene un efecto decisivo en la forma en la que entendemos los contextos.
Se trata de la posibilidad de tomar platillos que serían imposibles en este entorno, de retratar tendencias de moda que desconocemos en un país cálido como el nuestro y de plasmar no sólo un evento deportivo que se repite en muchas latitudes (como un partido de fútbol), sino de condensar en una imagen cómo lo vive cada nación.
Pero también se trata de otra cosa: de absorber cultura, de encontrar ángulos que no conocemos, de reconocer incluso otras iluminaciones, climas y paisajes.
Luis Barragán, el único arquitecto mexicano que ha sido merecedor de un Permio Pritzker (equivalente al Nobel de la arquitectura) es el mejor ejemplo.
En su obra, que marca el punto más alto del estilo denominado “mexicano”, también se condensa el acervo de viajes del artista.
“Para Barragán, los viajes serán fundamentales en su constitución humana y creadora. Los viajes le dan la seguridad y el idealismo necesario para hacer una arquitectura única”
escribió al respecto María Bustamante, fundadora de FUNDARQMX.
Lo mismo sucede con todo aquel cuyo trabajo tenga alguna relación con la estética: hay que buscar la forma de nutrirla, y para ello siempre será necesario salir de la zona de confort, de donde nos sentimos seguros y de aquellos lugares en donde nos reconocemos.
Tenemos la suerte de que nuestra profesión u oficio entienda de historias pero no de idiomas, por lo que lo nuestro es, al final, un lenguaje universal. Si la lente no sabe de fronteras geográficas, ¿por qué nosotros habríamos de considerarlas?
Hace algún tiempo, diagnosticaron a mi compañera de vida con una enfermedad autoinmune, un padecimiento con el que surgieron varias restricciones: viajar es una de ellas.
La fotografía ha solventado un poco eso, me ha llevado a destinos que yo mismo no tenía en el mapa, con la finalidad de regresar con un poco de ese mundo en mi cámara y mostrarlo a mi mejor público, que siempre es ella.
Así llegué a Islandia, a Marruecos y a más destinos en los que he encontrado paisajes de una belleza totalmente ajena a la nuestra, rostros que cuentan historias ancestrales, pieles curtidas por el frío y por el sol, y un millón de cosas que no tenía en el radar hasta que la cámara me llevó a ellas.
Las lecciones de esos viajes han sido simplemente impagables en todos los sentidos.
Viajar –y con esto no quiero decir que hay que cruzar el mundo, sino simplemente desprendernos de nuestra comunidad, barrio, ciudad– es una forma de perfeccionar la fotografía que nadie más nos enseña y que es muy difícil de suplir. Hay muchas escuelas que nos instruyen para ser buenos fotógrafos, pero solo la experiencia de adentrarnos en otros contextos nos puede llevar a contar otras historias.
AUTOR Jonathan Klip Fotógrafo profesional, padre y esposo, director de @RECREAMKT The Happy Coompany. @Jonathanklip e Instagram: @jonathanklip
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